sábado, 31 de diciembre de 2011

Adiós 2011, hola 2012.

Acaba 2011 y con él 12 meses de una intensidad muy variable pero de una tónica muy elevada. Si 2010 fue el año de la caída en picado de la economía y especialmente de los ánimos, 2011 ha sido una colección de acontecimientos que nos hacen esperar un 2012 lleno de confrontaciones con consecuencias transformadoras.

Partíamos de un dignísimo pistoletazo de salida en los últimos coletazos de 2010 a cargo de Julian Assange y sus narices a la hora de hacer público lo secreto. Este ejercicio de liberalización de información, digno de la mejor película de intriga, se vió absorbido por la influencia de seres y corporaciones muy poderosas sobre los medios de comunicación encargados de difundir la información, quienes disfrazaron de un falso sensacionalismo al caso Wikileaks: todos sabíamos que Berlusconi era un amante del sexo de pago y que los diplomáticos del primer mundo se rajan a sus espaldas. Nos faltó que algún periódico valiente se atreviera a denunciar casos de corrupción, de ocultación de descubrimientos científicos que podrían salvar miles de vidas o a saber qué conspiración contra el ciudadano de a pie.

En esa línea de información que llegaba con retraso, de repente nos enterábamos de que los ciudadanos Islandeses se habían rebotado contra sus administradores toda vez estos habían salvado a la banca privada aun a costa de hundir una economía próspera. Por un lado, el de lo malo, se nos enseñaba que ninguna civilización estaba a salvo del egoísmo especulativo. Pero el otro lado de las cosas -el de lo bueno, que siempre está ahí- nos demostraba que la ciudadanía no tenía por qué aguantar estoicamente carros y carretas, y que las administraciones no son intocables.

Mientras los medios de comunicación nos trataban de ocultar los dos eventos arriba comentados, no escatimaban en esfuerzos a la hora de informarnos sobre las revueltas de la primavera árabe. Quizá para enseñarnos paternalistamente que lo que tenemos podría ser peor y que en otros países se sacrifican para ser como nosotros, o quizá porque no les quedaba más remedio, de repente nos dimos cuenta que existía una mecánica de presión consistente en ocupar la vía pública durante un tiempo indeterminado.

Imitando este mecanismo y sumando el catalizador islandés y el hartazgo por cosas como el cablegate, la juventud española rompió los moldes de lo tópico, contradiciendo a aquellos que la acusaban de pasiva, de cómoda y de atontada, y se tiró a la calle en un ejercicio desconcertante para los dueños de las grandes corrientes de información: tras alabar las revueltas en otros países, tenían lo mismo en sus plazas. La lógica del poder ganó a la lógica a secas y la ocupación de la vía pública se convirtió en un evento pseudoterrorista según los medios. No obstante, la credibilidad de cadenas de TV y periódicos llevaba cayendo en picado demasiado tiempo como para incidir negativamente en el inconsciente colectivo. Y así, lo que pareció empezar una tarde de domingo de Mayo -pero había empezado mucho antes- ganó apoyo popular y se ha convertido en una corriente contracultural que dispone de su propio sitio en el escenario estratégico mundial. Sí, mundial, porque como diría el maestro R. Dawkins, todas las buenas ideas son copiadas. Y claro, ahora tenemos a medio occidente ocupando plazas, bloqueando puertos y clamando contra una dinámica de abuso económico y social que ha llegado demasiado lejos.

Pero no todo ha sido rebote tras rebote en este 2011. También ha habido mucha ciencia. Hemos buscado con ahínco el dichoso Bosón de Higgs y parece que estamos a punto de encontrarlo. Por el camino, hemos reventado -hasta que se demuestre lo contrario, y parece que no se demuestra- que la luz ya no es la primera de la clase, que el nuevo divo de la física de partículas se llama neutrino y que, cosas del doping, viaja más rápido que la luz o directamente, en un alarde muy indecoroso por su parte, pliega el tejido espacial y se mueve a sus anchas. Es decir, que Einstein era entrañable pero que no tenemos ni papa de física. Y que sí, que sí que parece que el universo es otra cosa. Porque además hemos descubierto exoplanetas que tienen pinta de ser habitables, y que quién sabe si no se nos habrán adelantado ya otros vecinos estelares, esperemos que con un mejor criterio de explotación -no queremos un Marina d'Or en Gliese 581 g- y que tengan ganas de hacernos una visita amistosa en breve para demostrarnos que, efectivamente, somos unos cacas y que se pueden hacer las cosas mejor de lo que las estamos haciendo.

También ha habido cosas como deporte, cine, literatura y demás eventos en 2011, pero se me hace un post muy largo y -permítanme la coña barata- me van a dar las uvas. No creo que tenga demasiado que ver con los mayas, pero me da que vamos a vivir un año convulso. No hay mal que cien años dure ni cuerpo que lo resista, pero tampoco hay sociedad que no se rebote ni jerarca que no salga corriendo.

En definitiva, os deseo un feliz 2012. Sed felices, disfrutad de lo bello que nos ofrece el mundo y mantenéos despiertos. Y sobretodo, a aquellos que os plantásteis en mi vida sin avisar: gracias por no pedir permiso y romper la puerta.

JM Martín

PD: Desde aquí un recuerdo a don Francisco Camps, don Rick Costa, don Pepiño Blanco, don Iñaki Urdangarín y a toda la familia real. Este año ha sido jodido para ellos, las navidades deben haber sido horribles y el año que se acerca pinta mal. Mi solidaridad para con uds.

lunes, 19 de diciembre de 2011

Ostensión-inferencia-reacción

A

veces me sorprendo pensando en el tremendo giro dramático pero por otra parte romántico de la situación sociopolítica global. Me pregunto no pocas veces a lo largo de la semana cómo hemos amanecido en unos tiempos de lucha y transformación global, de guerra de ideas y de estrategias llevadas a la práctica con una mínima cantidad de sangre que, debo reconocerlo, me consuela tanto como me desconcierta. Efectivamente, estoy hablando de las revueltas que se están dando –y van camino de convertirse en cliché - en civilizaciones occidentales distantes en lo cultural y en lo geográfico pero que comparten tradiciones parlamentarias más o menos longevas.

(...)

Y es que todo este contexto de beligerancia en las calles pero sobretodo en las mentes propias y en eso que llamamos nuestros círculos de afinidad, todo ese clima en el que cabe agonía económica, hambre, guerras, crisis, desfalcos, corrupción e indecencia casi pornográfica y que coexiste con el coraje de unos muchos, todo ha sido provocado por la información. Concretamente, por un estallido incontrolado de flujos de datos, sean veraces o malintencionadamente erróneos. Ha sido la creación de nuevas vías de comunicación de masas (publicaciones independientes, revistas comerciales, blogs, redes sociales, webzines, la explosión televisiva digital, los podcasts y en última instancia las redes sociales) la que ha sobreincrementado nuestra realidad de flujos de información. Como si de un corazón por el que entra y sale sangre constantemente, nuestra sociedad se ha visto en cierto modo hiperoxigenada. Puede verse como el fatal padecimiento de una sobredosis de información, o puede interpretarse en un sentido evolutivo, interpretando este desarrollo que se antoja imparable salvo apocalipsis que lo remedie como una aceleración hacia un sistema de organización y jerarquización social más horizontal, pero sobretodo más sobreinformado o, si lo prefiere el lector, de una menor restricción informativa.

Y si os apetece seguir la lectura, como la navidad me pone generoso, os regalo un ensayo de seis páginas (se lee en nada) con letra muy grande que os cuelgo por la patilla en Megaupload. Su título, "Ostensión-Inferencia-Reacción: de la sobredosis de información a la guerra de ideas". Y, efectivamente, si clicáis sobre él, BINGO, ensayo gratis.

Un abrazo y siento ser tan heterodoxo en el post de hoy, pero es que hay veces que me pongo a escribir y no acabo... así que por lo menos así puedo compartirlo.

Os quiere y os desea que no paséis frío,

JM Martín

PD: Llámese "ostensión-inferencia" al patrón de transmisión de información en el cual un emisor se manifiesta (ostensión) y un receptor interpreta y deduce a partir de la información manifestada (inferencia).


lunes, 5 de diciembre de 2011

De lo irrespetable.

A lo largo de mi vida he tenido que soportar una serie de mantras pesados como losas que han supuesto grandes obstáculos para el reconocimiento de la realidad como tal, y por ende grandes hostias como panes en la cara de quienes piensan que la diferencia a priori entre lo que se supone que es la vida y lo que realmente es debe ser mínima. Lemas como "lo importante es participar" o "la belleza está en el interior" son mantras bonitos pero tremendamente hipócritas si atendemos al estado de las cosas. El segundo es el primero de los tontos y si no eres guapo nadie te va a regalar una oportunidad en el minuto uno. Si eres el último no vas a tener ningún respeto y si eres especialmente feo se te va a considerar como un despojo social, salvo que tengas dinero para enterrar (efectivamente, el remedio para todos los males).

Pero el peor mantra -ahora es cuando me vais a empezar a odiar... a odiar más- que jamás he oído es el manido "hay que respetar todas las opiniones". No. No hay que hacerlo. De hecho, es uno de los errores que nos están conduciendo a este cambio de paradigma en el que el horizonte no sabemos si es más apocalíptico o poético o si es que estamos empezando a chochear casi de manera anestésica para evitarnos los dolores. El respeto a las opiniones ajenas, a todas, incluye una lamentable pleitesía hacia todo aquello que repita una masa suficientemente numerosa como para que se convierta la suya en una opinión de peso. Y en un mundo en el que el número de repetidores -generalmente de criterio por comprobar-, el canal de televisión o el nombre del periódico determinan la legitimidad y prestigio de una opinión, el respeto debe ser eliminado ipsofactamente.

Evidentemente, no pido que la gente improperie, escupa o queme la redacción del panfleto que diga y propague como si de una buena nueva navideña se tratara aquello que no nos gusta. No. Lo que pido es que la gente tenga la capacidad asertiva suficiente como para exigir una demostración de aquello que se asevera. Es decir, que si un economista nos dice que subir el tipo de interés medio nos va a sacar de la crisis, que lo demuestre. Que si un legislador nos dice que es necesaria una modificación en la Constitución, que lo justifique y que admita análisis de peritos, como se hace en juicios. Que si un capitoste del consorcio de bancos suizos afirma que hay que dejar de gravar a las rentas altas porque esto genera un efecto expansivo en la sociedad y mejora la economía, que replique a sus contrarios con algo más que los repetidísimos "eso que dices es un disparate".

Pero que esta petición de demostraciones y argumentaciones no se quede sólo en aquellos que mueven el mundo. No. Que esta petición de explicaciones se convierta en un juicio sumarísimo a todos aquellos ciudadanos y ciudadanas que justifican las decisiones de cenutrios y cenutrias uniformados y encorbatados porque, sencillamente, defienden ese trapo de colores que ellos defienden. Que todos esos adalides de la lengua valenciana me demuestren a mí, que tengo formación en el campo como para aburrirles, que el valenciano no es lo mismo que el catalán (blaveros, se llama Peter Trudgill y no es catalán, leedlo y no me pongáis la Renaixença como excusa, que eso es política y no precisamente lingüística). Que todos esos que afirman que los recortes sociales son necesarios me demuestren, como los entendidos en economía que son -nótese la sorna- que la austeridad regenera la economía. Que todos esos analistas políticos de primer nivel (cercano a la barra del bar, quiero decir) me demuestren que es necesario empezar a privatizar servicios sociales y que eso nos va a salvar el culo. Que todos esos catetos que se declaran "apolíticos" no vuelvan a votar ni a opinar en su anodina vida, porque su inacción no sólo deja su culo al aire, sino también el mío.

Yo no me atrevería a discutir la composición química de la baba de un caracol. No soy químico. Supongo que ustedes tampoco se atreverían a discutir en plena calle sobre la segunda Teoría de la Relatividad de Einstein y su incidencia en el estudio de los campos electromagnéticos, pues no tienen demasiada idea y corren el peligro de quedar en el más lamentable de los ridículos si pasa por ahí un licenciado en Física. ¿Por qué todos entendemos de economía, de política, de leyes y de cualquier cosa que tenga que ver con las humanidades y con nuestro devenir como sociedad si siempre estamos leyendo el Marca, el As, el Tebeo o La Razón? ¿Por qué tengo que respetar opiniones que no se basan en datos sino en rumores emitidos por un señor o una señora desde un despacho muy cómodo con la intención de que ese rumor se propague y les genere un colchón de aceptación que les permita hacer las mayores atrocidades del mundo? ¿Por qué me tengo que tragar un vivaspañismo o un viscalaterrafértil más vacío que la nevera de un piso de estudiantes tras el que se esconde una cantidad indecente de atracos económicos y humanitarios? ¿Por qué tengo que poner buena cara a los que me hablan de conspiraciones reptilianas, chemtrails y mierdas por el estilo mientras la cruda realidad es infinitamente peor que esa chanza con pinta de cortina de humo literaria?

Amigo lector: existen opiniones respetables, pero también existen hostias a tiempo. La mejor que ud puede proporcionar en la cara de ese loro que no para de repetir el lema del lobby de turno es un "demuéstremelo". A veces funciona.

JM Martín

jueves, 24 de noviembre de 2011

Violencia


Leo con estupor, en mitad de una auténtica avalancha de correos de Infojobs que no paran de inundar mi bandeja de entrada desde el mismo domingo 20, que la seguridad social está empezando a ser recortada en comunidades como Galicia o Murcia. Leí ya el día 18 que el bueno del presidente entrante (lleva siendo presidente entrante desde hace un tiempo, porque las elecciones nunca se ganan, sino que las pierde un incompetente) revisará -aniquilará- la Ley de Dependencia por ser "inviable".

Leo infinidad de medidas de ajuste aberrantes tan solo cuatro días después de que ese trámite, ese timo llamado "elecciones democráticas" nos coloque a un presidente elegido por un pírrico aunque no por ello menos lícito 30% de la población española (que, en tanto ejercieron su lícito derecho en función de las reglas, optaron por un lícito presidente del gobierno). Escucho en la radio -algunos somos unos románticos y la oímos en el coche- multitud de noticias sobre primas de riesgo, sobre tamices bruselienses por los que pasar los presupuestos de los estados miembros de la UE. Me llegan noticias sobre yernos que, tal vez, siguen las costumbres de la familia política en cuanto a total ausencia de transparencia y una tendencia a la asociación indebida. Compruebo como el flamante presidente electo se permite, en una curiosa inversión semántica del término "democracia", asegurar que ignorará a una formación política a la que legitiman unos cuantos puñados de votos hasta que no hagan lo que a él, flamenco de narices, le sale de nosequé sitio entre las ingles. Asisto, en definitiva, a una sucesión de acontecimientos enervantes que, lejos de mejorar nuestro modus vivendi, nos condenan a la vergüenza y a la impotencia de ese inmenso colectivo de personas que ni pincha ni corta mientras se le torea una y otra vez en nombre de nosecuantísimas motivaciones macroeconómicas y übersociales que jamás llegaremos a entender, pues somos unas liendres que más vale no nos despeguemos de la tele y nuestros cada vez menos numerosos quehaceres, no sea que la caguemos bien cagada y entonces el eternamente advenido apocalipsis del capitalismo sea por culpa de nuestra inutilísima e indocumentada curiosidad.

Y entonces miro a esa ventana indiscreta que todos tenemos y veo un libro de historia repleto de cambios durante siglos, realizados por personas que pasaron de ser considerados rebeldes a lucir ese mostoso pero honorable título de "padres de la patria". Y entonces trato de esquivar esta rinitis que me tiene asqueado y olfatear lo que parece ser la podredumbre de la corrección política. Y así relaciono, con una avidez que incluso a mí me descoloca, a la mal llamada corrección con la voluntad de mantener una serie de condiciones que no sé a ustedes, pero a mí me empiezan a dilatar cierto esfínter sin haberme pedido ningún permiso.

Y va y me planteo que mientras unos se preocupan de justificar las medidas del gobierno de turno y tiemblan ante la posibilidad de que una banda de descerebrados que hace tiempo no matan ni una mosca se pasen al bando de lo institucional (curioso que teman lo que llevan reclamando décadas, igual es miedo a que se acabe un chollo) yo empiezo a temer por ponerme enfermo, por que un familiar desarrolle con la edad un problema crónico y con tener que vender hasta mis empastes de porcelana para poder darle una vida mínimamente digna, algo cuyo obligatorio respeto viene reflejado en ese papel higiénico de los tecnócratas al que nosotros llamamos "Declaración de los Derechos Humanos".

Y así, en un arranque de plasticidad neuronal que me cuesta cierto esfuerzo, rompo por un momento mis planteamientos pacíficos y mi talante dialogante y me planteo que, al igual que las fuerzas de seguridad del estado sacan a relucir la porra y la pipa cuando un descerebrado pasa cierta línea, es posible que vaya siendo hora de empezar a plantearse sacar a pasear mecheros, palos y cosas que arrojar. Porque esos malparidos que manejan el cotarro como si de su casa de putas se tratara están empezando -quizá soy lento y ya llevan tiempo haciéndolo- a pasar una línea a partir de la cual mi vida y la de los míos peligra. Y ante ello, sólo me nace una palabra en la cabeza: supervivencia.

JM Martín

lunes, 14 de noviembre de 2011

Estamos aquí (y 3)

Hecho el alegato y alzada la voz por esas cosas que molaría mejorar, voy a descubriros unas pocas bandas. Da igual que estén en Valencia, y que esta sea una ciudad con poco glamour en la que quemamos cosas: Nirvana eran tres punkies que vivían en una ciudad lluviosa. Dales una oportunidad. Y por cierto: perdón si me dejo a alguien, si soy demasiado escueto o si no cuelgo enlaces. Usa Google y empápate, merece la pena. Y perdón por el orden: excepto por la primera banda, el resto es al vuelo, aleatorio y sin cuestiones de preferencia. Los quiero a todos por igual.

Kibah:
tengo que empezar con mi banda, y lo haré como si no fuera mía. Si no tocara aquí (antes el bajo, ahora la guitarra) sería un fan. Su cantante es un poeta, y sus músicos no somos virtuosos ni inventamos nada pero usamos (o al menos lo intentamos) bien la patente. Parece que seamos unos vagos, que vayamos a nuestra bola y que cambiemos de formación más que de calcetines, pero eso también nos hace especiales. Si te gusta Soundgarden, Queens of the Stone Age, Foo Fighters o Pearl Jam, te gustaremos. Si no, puede que también.

Uzzhuaïa:
tienen una trayectoria más extensa que la mayoría de grupos que ves por la MTV. Además, puede que a ellos también los veas en esa misma cadena. Trabajo, trabajo, trabajo y trabajo. Echan horas en su local de ensayo como si no hubiera otra cosa, porque es que para ellos no existe otra cosa. Buena gente, habitual de los conciertos de la escena, algo quue habla bien de ellos no sólo en lo musical. Suena a The Cult, a Kyuss y a banda que suena guay. ¡Búscalos!

Los Perros del Boogie: música accesible y no lo digo precisamente como algo despectivo sino como elogio, porque es muy difícil hacer cosas sencillas que suenen bien. Melodías que se te suben a las meninges como un piojo famélico (en este caso sería una garrapata) y un espíritu de lo más clásico. Otros currantes que merecen todo lo bueno que les está pasando. Los Rodríguez, Rolling… Perros, sí, pero con pedigree.

Sujeto K:
se hicieron famosos por aparecer en un concurso llamado “Dame una pista”. Injusto: merecen ser conocidos por lo que hacen. Son los Parchís del metal, parece que van de coña pero es muy serio lo que hacen. Es realmente imposible no bailar en un concierto suyo (mis hernias lo atestiguan). Koma, Rage Against the Machine… lo que quieras.

The Stone Circus Band:
apisonadoras, y además gente de una estatura más propia de los Dallas Mavericks que de un grupo de melenudos. Están parados musicalmente, y en un país con justicia cultural esta gente estaría metida en una furgoneta pagando sus facturas con lo que hacen. Buena gente. Buena música. ¿Influencias? Desde Pantera hasta AC/DC. Poca broma.

Supermosca: la banda que me pone los pelos de punta cada vez que escucho una canción suya (La Trapecista, concretamente). Indie, pop, postrock, yo que sé… Bajo la tarima son unos cachondos. Cuando se suben son unos poetas. Estilo muy propio, sonido inmenso. Mucho gusto. Dredg o Radiohead los querrían tener de teloneros.

Morgana VS Morgana:
decir que son los Tool valencianos es injusto, porque sería obviar que tienen las letras más etéreas que jamás hayas oído, o que poseen un artwork particular, o que su sonido es cristalino y cortante a la vez. No los conozco personalmente, pero no me importaría que su cantante fuera mi maestro zen.

Minerva Mayo:
inclasificables. Tocan mucho, tienen todavía más gusto y son buena gente a rabiar. Les hago promo allá donde voy, porque en este mundo de etiquetas cuesta clasificarles. Quizá por ello, y porque siempre he sido un perro verde, me encantan. Búscales influencias después de escucharlos. A mí todavía me cuesta. Y tampoco me importa demasiado.

Wicked Article:
cantante canadiense con vozarrón del catorce, guitarras afiladas, base rítmica con empaque. En otras palabras: una banda de rock de aquí a Lima. Buenas personas no: lo siguiente. Huelen a cigarro, a whiskey y a partida de billar. Suenan a Soundgarden, a Black Sabbath y a Black Crowes.

Glassmoon: son los empollones de tu clase, pero no los que se sientan en primera fila, sino los que se ponen en la última y además son guapos, majos y gamberros. Son virtuosos, los cinco, sin excepción, pero encima se ponen rojos si se lo dices. Suenan a Incubus, a Dream Theater y a Guano Apes. Llevan mil años y, magia, lo hacen cada día mejor.

Versus Five: no hacen rock, hacen jazz fusión. Y son tan buenos que no te parece estar asistiendo a un concierto de una música rara, sino a un espectáculo para toda la familia. Son genios, pero su guitarra (un señor doctor en óptica cuántica, ahí es nada) es lo mejor que puedes oír en tu vida. Mágicos es poco.

Non Essential: toqué con ellos y nunca he tenido más agujetas en los dedos. Death metal progresivo. Una cosa muy marciana y muy muy muy molona. No te los acabas. Además, son unos enormes seres humanos. In Flames, Tool y todos esos grupos que son raros pero rápidos y peligrosos son primos hermanos suyos.

Thirteen Tries:
tres bestias y una bella que es todavía más bestia. Música muy animal, muy inclasificable y a la vez muy bonita, por extraño que parezca. Su cantante es un torrente de voz, su sección rítmica es maestrísima y su guitarrista mete tres notas donde otro metería sesenta. Sólo por eso (y porque son tremendamente buenos y majos, todo hay que decirlo) merece la pena buscarlos y disfrutarlos.

DKasta:
poesía urbana. Sombras, contraluces, charcos, perros y cubos de basura. Los conocí en unas condiciones peculiares: un concierto de quince minutos junto al bueno de Rul Corbin, fotógrafo, poeta y gran persona. Tocaban, recitaban… No soy un fan del rock urbano, pero con ellos se me olvida. Son esa cara poética que tiene todo lo que pasa por delante de nuestros ojos mientras pensamos en otra cosa.

Daze Of Dawn: fui fan de esta banda, luego toqué en ella y de sus tripas nació Kibah. Ahora los disfruto. Tienen un recorrido similar al del baúl de la Piquer, y además hacen un rock americano por los cuatro costados: su cantante es canadiense y tiene una voz maravillosa. No puedo ser imparcial ni quiero serlo, porque es que son tan buenos…

Rock Fucktory: sí, está bien escrito y eso del “fuck” intercalado ya es denotativo de lo canallesco del rock que practican. Son los Guns de la ciudad de las naranjas y tienen un cantante que es oro. Rock polvoriento, árido y agresivo. Si te gustan Buckcherry y los mencionados anteriormente, tienes que ir a verlos.

Bitches and Peaches: pop-rock gamberro, festivo y bailarín. Una vez, un sabio veinteañero de esos que te encuentras con conocimientos musicales propios de un nonagenario (adorado Micky Stoner) dijo que eran Los Ronaldos de la tierra de las naranjas. Puede que así sea, porque no puedo vivir sin ellos... no hay manera.

Sweet Little Sister: tres tías y dos tíos haciendo un rock macarrónico que dejaría en pañales a sus inspiradores. Se separaron, cosas de la vida, pero algunos ansiamos un reencuentro para pillarnos una buena caraja de rock. Su frontwoman fue y es una grande que además de cantar como una berraca escribe como una canalla. Buena gente, muy buena gente.

The Carminers: rock clasiquísimo, canalla, aceitoso y que huele a tabaco. El citado Micky Stoner es su frontman e ideólogo. Una banda que roza el setentismo y que no tiene miedo a experimentar. Rock con mayúsculas.

El Ahora: tocados con una varita mágica que les hace ser absolutamente inclasificables. Suenan durísimo pero a la vez tiene un poso pop que hace que te tragues las canciones como si fuera música ligera. Me encantan, son unos animales.

Y hasta aquí puedo leer, porque corro el riesgo de eternizarme. Siento dejarme bandas como los elegantes Desayuno, o los animales inclasificables Betunizer, o los setentosos Babylon Rockets, o los corrosivos 33 d'Envit, los gigantescos y experimentales Erich Zann, los potentísimos Descarga, los muy clásicos y muy afilados Wurdalak, los ya veteranos y siempre cambiantes (a mejor) El Agente Naranja...

Esto es elección y no el 20N. Os aconsejo dejaros llevar por los vientos de Google y redes sociales. Merece la pena sumergirse en este microuniverso (vasto microuniverso, por cierto) y dejaros seducir por algunas de estas bandas. Igual conseguimos que se reconozca a nuestras bandas como exponentes de algo bueno y trabajado... en vuestra mano está.

JM Martín

lunes, 7 de noviembre de 2011

El borrego y el mal pastor.

Me lloran los ojos. Me duelen las manos. Me pitan los oídos. He visto al líder. He aplaudido al líder. He oído a la gente vitorear al líder. A mi líder. Al líder de todos. De todos, excepto de quienes no se dan cuenta de que él nos sacará de nuestras miserias. De esos sin los cuales este sería un país de bien.

Me duelen los pies. Me tiembla la voz. Me va a explotar la cabeza. He aguantado una tensión inmensa cumpliendo con el guión. He gritado cuando y como mi asesor me aconsejó. He pensado de lo lindo para buscar las palabras que funcionan. Qué fácil es poner a esta gente en pie. Qué sencillo es provocar el aplauso fácil y enfadarlo con el vecino.

Estoy emocionado. Siento que no estoy sólo. Siento que somos uno. Siento que merece la pena pelear por este proyecto, por este líder, por mi líder, que me entiende a la perfección, que se preocupa por los temas importantes y que cuando calla es porque, como buen sabio, sabe otorgar. Está con nosotros. El líder está con nosotros.

Estoy reventado y cansado de este tipo de circos. Estoy saturado de aguantar esta dinámica de estar perfecto frente a la gente, de sonreír a esa caterva de catetos y de ignorantes que, a poco interesante que me ponga, no van a entender ni una palabra de lo que diga. Les hablo de trabajo, les hablo de economía. Todo lo creen. Cuatro palabras talismán y todo resuelto.

Qué grande es mi líder. Qué preparado está. Qué capacidad de liderar un proyecto que emociona, que ilusiona, que no traiciona a los antiguos líderes. Qué capacidad de respetar la memoria de nuestros grandes.

Qué fácil es la masa. Qué necesaria es tenerla bien preparada. Qué poca voluntad crítica poseen. Con las que hemos liado en el pasado y nos siguen votando. Qué manía con esos viejos libros caducos y llenos de polvo. A ver si se actualizan, joder.

Necesitamos más gente así, más líderes con brillo en la mirada, con pureza y capacidad de sacrificio. Necesitamos que los jóvenes se pongan las pilas y que se igualen a gente como él. Porque él es necesario, el resto es prescindible. Y cuando vengan los que vienen después, mal andaremos. Pero bueno, para cuando vengan estos yo ya estaré criando malvas.

Necesito cubrir los años necesarios para tener la pensión vitalicia. Bastante he hecho por gente que quiere vivir del aire. Por la gente a la que pensé que quería salvar y dar una vida mejor. No merecen más. Qué putada que los que vienen detrás tienen más formación que la gente como yo. Esos sí que serán un problemón. Pero cuando lleguen yo estaré cómodo. Muy cómodo.

Dedicado a todos y todas los palmeros y palmeras que llenan, con un criterio francamente cuestionable y con una capacidad crítica vomitivamente inexistente, los mítins de los clásicos dos partidos que juegan a alternarse en la administración de nuestro estado y del resto. Porque algo debe haber en el fondo, muy en el fondo de su interior, roto e inarmónico a lo que deberían empezar a escuchar.