lunes, 7 de noviembre de 2011

El borrego y el mal pastor.

Me lloran los ojos. Me duelen las manos. Me pitan los oídos. He visto al líder. He aplaudido al líder. He oído a la gente vitorear al líder. A mi líder. Al líder de todos. De todos, excepto de quienes no se dan cuenta de que él nos sacará de nuestras miserias. De esos sin los cuales este sería un país de bien.

Me duelen los pies. Me tiembla la voz. Me va a explotar la cabeza. He aguantado una tensión inmensa cumpliendo con el guión. He gritado cuando y como mi asesor me aconsejó. He pensado de lo lindo para buscar las palabras que funcionan. Qué fácil es poner a esta gente en pie. Qué sencillo es provocar el aplauso fácil y enfadarlo con el vecino.

Estoy emocionado. Siento que no estoy sólo. Siento que somos uno. Siento que merece la pena pelear por este proyecto, por este líder, por mi líder, que me entiende a la perfección, que se preocupa por los temas importantes y que cuando calla es porque, como buen sabio, sabe otorgar. Está con nosotros. El líder está con nosotros.

Estoy reventado y cansado de este tipo de circos. Estoy saturado de aguantar esta dinámica de estar perfecto frente a la gente, de sonreír a esa caterva de catetos y de ignorantes que, a poco interesante que me ponga, no van a entender ni una palabra de lo que diga. Les hablo de trabajo, les hablo de economía. Todo lo creen. Cuatro palabras talismán y todo resuelto.

Qué grande es mi líder. Qué preparado está. Qué capacidad de liderar un proyecto que emociona, que ilusiona, que no traiciona a los antiguos líderes. Qué capacidad de respetar la memoria de nuestros grandes.

Qué fácil es la masa. Qué necesaria es tenerla bien preparada. Qué poca voluntad crítica poseen. Con las que hemos liado en el pasado y nos siguen votando. Qué manía con esos viejos libros caducos y llenos de polvo. A ver si se actualizan, joder.

Necesitamos más gente así, más líderes con brillo en la mirada, con pureza y capacidad de sacrificio. Necesitamos que los jóvenes se pongan las pilas y que se igualen a gente como él. Porque él es necesario, el resto es prescindible. Y cuando vengan los que vienen después, mal andaremos. Pero bueno, para cuando vengan estos yo ya estaré criando malvas.

Necesito cubrir los años necesarios para tener la pensión vitalicia. Bastante he hecho por gente que quiere vivir del aire. Por la gente a la que pensé que quería salvar y dar una vida mejor. No merecen más. Qué putada que los que vienen detrás tienen más formación que la gente como yo. Esos sí que serán un problemón. Pero cuando lleguen yo estaré cómodo. Muy cómodo.

Dedicado a todos y todas los palmeros y palmeras que llenan, con un criterio francamente cuestionable y con una capacidad crítica vomitivamente inexistente, los mítins de los clásicos dos partidos que juegan a alternarse en la administración de nuestro estado y del resto. Porque algo debe haber en el fondo, muy en el fondo de su interior, roto e inarmónico a lo que deberían empezar a escuchar.

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