Como siempre, el debate se ha abierto entre los creyentes: que si es genial porque, como dice Cañizares, los niños crecen en un ambiente corrompido por el pecado y es cuestión de "salvar sus almas" desde ya, y que si no es genial porque con siete años, valga la expresión, no se enteran de la misa la mitad. Entre los no creyentes el debate no ha existido, siendo las frases "me la pela" y "menudo calor hace hoy" las más repetidas. Sin entrar en consideraciones hacia un colectivo al que pertenezco en lo estadístico, muy a mi pesar, pero no en lo práctico, me voy a centrar en el colectivo de los no creyentes. El debate debe de existir, porque el asunto tiene más chicha de lo que parece. Mucha más. Me explico (ahora viene el post de verdad, que mira que me gusta alargarme).
Dicen que las cosas se ven siempre mejor desde la distancia. Así pues, los no creyentes podemos analizar sin ningún tipo de componente de fe o emocional lo que es la iglesia católica (no, no lo voy a poner en mayúscula, como siempre escribo "dios" en minúscula). ¿Qué es la iglesia católica? Un club. Un club que presenta una jerarquía vertical y que mueve determinadas cifras de dinero. Un club cuyo reparto de dividendos muestra una correspondencia al grado de altura que presente el trabajador (el que está mas arriba cobra más que el que está mas abajo). Esto es: una empresa en toda regla. Lo que pasa es que esta empresa, igual que determinadas instituciones culturales (academias de artistas, colectivos de minorías, sindicatos varios...) tiene la peculiaridad de que una gran mayoría de su flujo económico proviene de fondos públicos. Y ¿cual es el criterio para decidir cuanto dinero se destina a cada uno de estos grupos? Con la lógica como bandera, todos habéis podido deducir lo siguiente: el número de afiliados. Por eso la Iglesia Católica recibe más subvenciones que, por ejemplo, la Iglesia Adventista. Y hay un factor decisivo en el hecho de que la Iglesia Católica esté tan ampliamente beneficiada fiscalmente en el estado español: hasta hace tres días, la católica era la religión oficial. Es decir: todo cristo (me encantan estas metáforas) era católico. ¿Resultado? Iglesia católica=empresa altamente rentable.
Conociendo lo que fiscalmente es la iglesia católica, tenemos que pensar una cosa: si mi empresa va a recibir subvenciones por membresía, ¿cual es el formulario que uno tiene que rellenar? Y, yendo más allá (y esto no es ninguna tontería, porque de aquí la noticia de hoy): ¿hay varios tipos de miembros? Por partes. El formulario de ingreso a la iglesia católica fue durante bastantes años (desde su instauración en el siglo II hasta los siglos del IV al VII, dependiendo del país) el bautismo. Ya, pero el bautismo es nada más nace el crío. No. Eso no fue así siempre. Fue así hasta el siglo IV. Hasta entonces, el bautismo había sido según el rito bíblico. En la biblia adoptada en Europa, cuyo Nuevo Testamento había sido oficialmente divulgado en una variedad koiné del griego, se especificaba que el bautismo (baptizein) significaba "zambullirse", esto es, el "se" reflexivo implica que lo hace uno mismo. Lo que vengo a decir: el bautismo era en la edad lo suficientemente adulta como para sumergirse por su propio pie en las aguas de un río sagrado. De hecho, la mayoría de doctrinas escindidas del catolicismo siguen bautizando a sus fieles en la adolescencia, aduciendo que el bautismo es "ser consciente de Dios". Y claro, uno con dos semanas no es muy consciente de nada. Pero ¿qué pasa en el siglo IV que de repente los bautismos empiezan a ser a recién nacidos? Sencillo, amiguetes: que Armenia resulta el primer país en adoptar el cristianismo como religión oficial, siguiendo un modelo de financiación más primitivo pero esencialmente igual al nuestro. Entonces, la por entonces novata iglesia católica se inventa aquello del limbo, y dice que la persona que muera sin haber sido bautizada no irá al cielo sino ahí, al limbo. Dadas las tasas de mortalidad infantil y el imperante analfabetismo de la población, hecho que tradicionalmente derivaba y deriva en un ingreso más pronto o más tardío a una congregación religiosa, la gente empieza a bautizar a los bebés en su afán de no condenarles a una eternidad límbica y a ellos, por inacción, a un infierno de padecimientos, sin darse cuenta de que lo que están haciendo es darle cada vez mas dinero a "iglesia católica S.A." con sede en Ciudad del Vaticano.
De ahí en adelante, muchos países empiezan a adoptar el catolicismo y sus dogmas como dueñas morales de sus destinos, y a aplicar sistemáticamente el precepto del limbo. La iglesia es entonces un "nuevo rico" y en el Vaticano se frotan las manos con su anticipo de entrada en su club. Durante siglos se forran y se forran... Pero a partir de la Ilustración (que se dió entre los siglos XVII y XVIII y que SÍ pongo en mayúsculas), con el bendito nacimiento del racionalismo y de la eliminación de dogmas que no resistan el examen de la razón, países como Alemania (ya en su mayor parte luterana, aunque no totalmente) o Francia se ponen duros con la iglesia católica de Roma, dando como resultado todo el pitote fiscal que vemos en la actualidad: hay miembros "provisionales" (los bautizados) y miembros "de pleno derecho" (los que hacen la comunión). Así pues, tras unos trasiegos que dependen del cambiante marco legal de cada nación, para que nos entendamos la comunión (la primera comunión, se entiende) pasa a ser el formulario de los miembros de pleno derecho del club. Osea, si te bautizas pasas a una lista que reporta dinerito fresco al Vaticano, pero si tomas la comunión perteneces a ese listado que les proporciona directamente la pasta gansa.
Y entonces nos acercamos más a nuestros días. Concretamente, a la instauración de la Constitución Española del '78, donde se establece que somos un estado laico aconfesional. Es decir: ninguna congregación parte con ventaja en el tablero del juego. Lo que pasa es que dados los modelos de financiación a colectivos culturales, religiosos y demás, es imposible quitarle todo el dinero amasado a la iglesia, porque ellos tienen un listado enorme de socios. Y además ellos están haciendo una trampa (más): a diferencia de cualquier club, uno no se puede borrar de él. Las listas son cerradas y privativas del derecho a rescisión del contrato una vez has hecho la comunión. Lo que pasa es que, por primera vez en muchos siglos, existe una cosa llamada "legislación europea" que puede hacer que todo el peso de la ley caiga desde un país de la Unión a otro. Así, demandantes españoles pueden dar por el saco a una empresa de una pequeña república (la Vaticana). Y así, aprovechando la visita de Joseph Ratzinger a Valencia en 2006, un colectivo de apóstatas entrega una cantidad enorme de formularios de gente que quiere borrarse de esas listas, porque no quiere seguir perteneciendo a ese club, bajo amenaza de emprender acciones judiciales según la legislación vigente en el estado español y la Unión Europea. El Vaticano, en un principio, se lo pasa por el forro, pero apóstatas de otros países se inspiran en el ejemplo español y se unen, presentando sus amenazantes (y legales) formularios.
Así pues, ante la amenaza de que las acciones legales comiencen si no se ponen a borrar nombres de las listas y a emitir los correspondientes certificados de baja voluntaria a los solicitantes, el Vaticano se enfrenta a su propia crisis del siglo XXI: ver seriamente dañados sus pingües beneficios. Y por eso, precisamente por eso, se plantean adelantar la primera comunión a los siete años: para empezar a recuperar el dinero que van a perder antes incluso de perderlo, aprovechando un contexto de desánimo general y de descenso del nivel cultural en un continente en el que siguen teniendo esperanzas de dominar, aunque sea a nivel fiscal.
¿Comunión a los 7 años? Como siempre, cuestión fiscal. Porque la iglesia católica es, para los que sabemos verla, una empresa. Posiblemente la más rentable de la historia.
JM Martín
PD: Los curiosos sobre la financiación de la iglesia católica en España, click sobre la imagen, la agrandáis y comprobáis la pasta que se llevan.
Amén
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