martes, 1 de noviembre de 2011

Estamos aquí (2)

El otro día alegué formar parte de un movimiento cultural, concretamente musical aunque también literario, del que me puedo sentir bien orgulloso y con el que me emociono y me cabreo a partes iguales. También prometí dar nombres de grandes bandas del panorama y hacer autocrítica. Empezaré con lo último, y dejaré la masturbación artística para una tercera entrega. Merecerá la pena la espera, palabra.

Para explicar lo inexplicable (el que la escena rock valenciana se encuentre casi en su totalidad condenada al ostracismo) se me ocurren a botepronto cuatro grandes motivos. Son fáciles de entender, especialmente si vives en este país, y merece la pena reflexionar acerca de ellos.

1º: La complicada relación entre música y dinero. Esto es Valencia. No es Barcelona, no es Madrid. Igual que en el 15M (por poner un evento reseñable cercano en el tiempo) lo que ocurre en esta ciudad es anecdótico. España es un estado peculiar, en el que la innovación tiende a nacer de las dos grandes ciudades y donde lo que se espera de otras como Valencia, Sevilla o Bilbao es que se repitan los patrones de siempre. Los del norte se escaparon hace algún tiempo del cliché dando coba a eventos culturales que desafían a lo establecido, como antaño hiciera Zaragoza (en el caso vasco, festivales como Jazzaldia, BBK o Kobetasonic se salen de la norma, incorporando artistas de difícil cabida en las corrientes más comerciales), pero aquí parece muy complicado ser un disidente cultural. Los medios valencianos no dan bola si no llevas peineta o no luces una de esas camisas azules con el cuello y los puños blancos mientras cantas a las Lorelai o Delilah de turno. Vivimos en la tierra de las apariencias, y los pelos largos y las distorsiones no venden una imagen fácil de digerir por la familia estándar, que es el target a tener en cuenta de cara a los réditos monetarios y políticos de turno.

2º: Exceso de individualismo. Esto también es bastante valenciano, y deberíamos revisitar este concepto que no está dando frutos provechosos. Si al primer dueño de una sala que se le ocurrió cobrar por tocar todas las bandas de la ciudad le hubieran dicho “ni en broma”, hoy por hoy existiría un circuito y la gente acudiría a las salas por curiosidad, como yo hice durante años (acabé tocando en un par de esas bandas a las que iba a ver sin conocerlas), porque las entradas serían más baratas. No habría un alquiler que cubrir, la sala se forraría con las consumiciones y las bandas tocarían más sin miedo a palmar dinero. Pero las bandas no se preocuparon nunca por empatizar con el resto, por buscar los intereses comunes, ni tan siquiera por plantearse su existencia. Faltó y falta una conciencia de clase rockera (perdón por la morcilla marxista) y cada uno ha tirado hacia un lado, tratando de salvar los muebles propios sin darse cuenta de que los muebles, en este caso, son compartidos. Aún estamos a tiempo de crear un “sindicato del rock” y salvar esta parte de la cultura que no aparece en Canal 9. Es una idea que suelto. Quizá ahora, en tiempo de agitaciones aparentemente productivas, sea el momento de plantarnos.

3º Falta de conexión entre músicos, entre salas, entre todos. Si las salas defienden el lícito aunque contraproducente “es que yo tengo unos gastos que cubrir, por eso te cobro 300€ de alquiler, por si sale mal” y además ponen unos horarios demasiado poco rígidos que acostumbran a la gente a no valorar como toca los conciertos nocturnos, arreglémoslo nosotros. Propongamos unos horarios tempranos para las salas de la ciudad, estilo Madrid, y otros más tardíos para las salas del extrarradio. Llamadme enfermo, pero yo he ido a dos conciertos la misma noche, y podría hacerlo si un concierto en la ciudad (Wah-Wah, El Loco…) fuera a las 21:00 y otro en las afueras (Rock City, Durango, XY) fuera a las 00:00. Si los precios fueran razonables (el alquiler de la sala no te deja poner una entrada barata, cierto es) y la gente pudiera evitar empezar con el gin-tonic a las 22:00 o incluso comenzara a turnarse con el coche, Valencia tendría un muy buen circuito de salas, que no sólo aprovecharía la cantidad de buenas bandas que hay sino que incluso dinamizaría la economía del sector, pudiendo llegar a evitar el timorato y demasiado pesimista acto de cobrar un alquiler. En otras palabras: buscar los intereses comunes entre bandas y salas (no podemos vivir las unas sin las otras) sería un acelerador en todos los sentidos.

4º Escasez, que no ausencia, de promotores responsables. No me maten, amigos promotores, pero es hora de llamar a las cosas por su nombre, y más en su caso: ustedes no es que tengan contactos para mover una escena, es que ustedes SON los contactos que deberían mover la escena. En mi caso, y en el de la mayoría, yo toco un instrumento, y le tengo que dedicar horas para que suene decentemente. Yo tengo que ir a tocar, en un horario intempestivo, por cierto, y esa es mi máxima preocupación. Los futbolistas no venden sus camisetas: se dedican a entrenar y a jugar y, si rinden, la gente compra sus camisetas. Pero claro, de la distribución de las camisetas se tienen que ocupar otros, que se llevan un generoso pellizco por ello. Insistiré en esto y seré claro: debe ser trabajo del promotor hacer circular los carteles, difundir el evento, vender las entradas y, como muestra de profesionalidad, respetar el caché prometido. En las dos primeras cosas debe colaborar el músico, pues él es uno de los interesados que quiere hacer llegar su música a la mayor cantidad de gente posible, pero no se le puede obligar a nadie hacerlo. La cuestión de las entradas es algo que me molesta mucho, pues quien las vende en taquilla no debe perseguir a nadie, sensación que me acompaña inexorablemente cada vez que se me pide que venda entradas, cosa que me niego a hacer en el 99% de los casos. La cuestión del cobro de los honorarios, como pequeño empresario que soy, sí me parece de escándalo, y es que de hecho lo es en cualquier ámbito laboral, y con razón: si se ha prometido un caché de, pongamos, 400€, y las instrucciones que se me han transmitido y exigido han sido estar en la prueba a las 18:00 para tocar a las 23:00, el músico responsable hará su trabajo, que es ese. Y como todo trabajador, uno debe cobrar lo estipulado. Dejad de blandir las clásicas “es que habéis vendido pocas entradas” o “es que ha ido flojito” para justificar la falta de 100€ en el pago post-concierto y, con ello, la ruptura de un pacto que es inexcusable a nivel jurídico. Si el trabajo del músico era probar y tocar y el del promotor mover el concierto y la cosa ha ido mal, pueden pasar dos cosas: o que el promotor no haya hecho su trabajo correctamente o, muy probablemente, que mil factores como la climatología, lo escondido de la sala o la crisis económica hayan disuadido a la gente de asistir a este concierto. Pero el trabajador, que es en este caso el músico, tiene que cobrar, porque nunca será responsabilidad suya lo que pase antes del concierto. Yo tengo una empresa, una pequeña academia que nada tiene que ver con lo musical, y el mes que ha ido mal no puedo –ni se me escapa por la cabeza, algún empleado-lector puede constatarlo- tocar ni un solo euro de su sueldo. En eso consiste ser emprendedor y querer lucrarse con una actividad: se arriesga un capital. Cuando va mal, pierdes dinero, pero cuando va bien, obtienes unas ganancias cuya práctica totalidad es para ti. Señor promotor: si la noche va bien no me vas a pagar de más, ni yo te lo voy a pedir, porque no me voy a saltar lo pactado. Pero si va mal, lo siento en el alma: yo no arriesgué mi dinero en una promotora -fui menos glamuroso y ejerzo de profe pesado- y por tanto no puedo ser obligado a renunciar a un 20, 25 o 50% del cobro estipulado.

Estas son las cuatro principales razones que le encuentro, después de reflexionar casi obsesivamente sobre ello, al velo de intrascendencia que cubre a una escena musical que considero muy fructífera y por ello desaprovechada. No pretendo convencer a nadie, sino invitar a la reflexión: ¿no merece la pena pararse a pensar y a mejorar una escena que nos ha costado tantos años y tanto esfuerzo? ¿No sería bonito empezar a ver frutos a partir de regar entre todos el jardín?

Prometo un último post en el que os descubra a bandas de esta escena, para dejar constancia del inmenso esfuerzo que realizan muchas personas a las que me he encontrado por el camino, algo que seguramente siempre acaba siendo lo mejor de todo.

JM Martín

2 comentarios:

  1. Estoy de acuerdo contigo en casi todo.

    Aunque por mi experiencia de 20 años tocando en grupos de Valencia he de decir que a la mayoría de grupos noveles les falta experiencia en la autogestión, en conocimiento de cómo funciona el sistema, en saber hacer un "producto de calidad" y sobre todo "saberlo vender"... muchos no es que lo hagan mal, es que no saben como hacerlo bien.

    Los promotores y dueños de salas, aunque nos pese, son empresarios "soberanos" y empresarialmente respecto a los grupos se mueven por intereses económicos (contratar a un grupo que sabe que le va a petar la sala y hacer buena caja) y por gustos musicales (si una sala programa música pop/rock contratará a grupos pop/rock que les molen no grupos de hardrock o metal, o grupos que no les gusten)

    Gracias al Ayuntamiento de Valencia, las licencias a las salas están limitadas y cada vez les ponen las cosas mas difíciles machacándoles a impuestos y multas, muchos soñamos con que algún día Arena Auditorium, la mayor sala de conciertos de la ciudad donde un día pudimos ver a grupos como RAMONES, MARILYN MANSON, MANIC STREET PREACHERS, SINIESTRO TOTAL, RAMMSTEIN o PANTERA entre otros, volviera a abrir sus puertas. Pero seamos realistas, eso es imposible, Valencia no es una ciudad rockera, la ruta del bacalao hizo mucho daño, como bien dices, esto no es Madrid, ni Barcelona ni Zaragoza ni Bilbao, por eso los grandes grupos pasan de largo por aquí en sus giras... el público valenciano es muy "especial".

    Últimamente ha surgido alguna publicación o web local enfocada a la música que se hace aqui y como los grupos o salas de la ciudad lo hacen lo mejor que pueden o saben, aunque se peca de individualismo, la relación de todos los elementos podría ser mas fluida.

    En Valencia y alrededores hay bastantes grupos de calidad, nos conocemos casi todos entre si, y hay un circuito moderado de salas con variedad de estilos, cada una con sus características, aunque "el valenciano lo hace todo siempre a su manera, que además cree que es la mejor" esa es su gran virtud, y a la postre, su gran defecto.

    KN

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  2. El espíritu crítico es muy positivo y necesario, pero lo es más ponerse manos a la obra y cambiar lo que no te gusta. Si quieres algo, no esperes que nadie lo haga por ti... ¡HAZ QUE LAS COSAS PASEN!

    KN

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