domingo, 24 de octubre de 2010

Testimonio propio y la esperanza en la otra orilla

La entrada de hoy no va a servir para pelar con un metafórico cuchillo pelapatatas a nadie que haya soltado una burrada monumental. Estos días he oído al alcalde de Valladolid, he oído burradas sobre el cambio de gobierno, he visto mierda. Pero hoy no voy a hablar de nada de eso. Hoy voy a escribir el post más sincero que haya escrito nunca, porque en él va incluido una parte de mí, una pequeña historia de una persona también pequeña.

Empecé a hacer radio casi por accidente a los 17 años. Siempre me interesó mezclar el humor con ese tipo de noticias que nunca salen en prensa, por hilarantes, por feas o por tocar temas tabú. Leí una vez en una orla una frase que venía a decir que el humor es la idea de saber que no puedes cambiar el mundo. Nunca estuve de acuerdo. El humor es algo infinitamente más importante que eso. El humor es un recurso, un modo de vida que no exime de la lucha por cambiar el mundo. Y la lucha por cambiar el mundo no es algo de lo que un ciudadano normal y corriente está lejos. El humor puede ser una faceta muy útil que puede impedir que quien lo emplea se hunda ante la dificultad de cambiar las cosas. Así pues, como decía, empecé a hacer magazines radiofónicos en emisoras pequeñas, aunque poco a poco salté a alguna emisora con más capacidad de onda. Disfrutaba compaginando la vertiente hilarante con la música no comercial y con esas noticias que nadie quería sacar. Un buen día, y casi sin darme cuenta, dejé la carrera de Filología para irme a trabajar como reportero de informativos de televisión a una pequeña cadena de televisión. Estaba en un sueño maravilloso en el que veía que mi más romántica aspiración -esto es, ser un periodista inquieto y quizás incluso un corresponsal de guerra- se acercaba.

El sueño se rompió en poco tiempo. No eran inconvenientes el horario, la cantidad de trabajo o el sueldo (de hecho no me podía quejar de sueldo). El inconveniente era sentir que traicionaba unos principios. Tenía acceso a personajes públicos de alto interés, como ministros, exministros que mandan huevos y arriba Honduras. Tenía incluso acceso a eventos de escaso poder mediático pero impresionante calado personal y profesional, como cuando entrevisté en un foro a Ephraim Halevy, un nombre que a nadie dice nada pero que lo es todo si digo que ha sido durante décadas el nº1 del Mossad israelí, nº2 de Ariel Sharon en el gobierno ultracatólico israelí y, a la postre, el padre del genocidio palestino a partir de la 2ª intifada. Hice realmente cosas interesantes. Pero sentía que era parte de una mierda infumable que en mi cabeza había sonado demasiado bonita durante 25 años: el periodismo no era romántico, el periodismo no era información. Recuerdo que yo llegaba con mi micro y hacía preguntas, y mi jefe de informativos me decía que así no, que había que soltar una frase y preguntar aquello de "¿no es así?" para obtener un "sí" que justificase las intenciones de quienes te pagaban, porque además de ser partícipe de tontoperiodismo tuve que recoger sobres con dinero negro de ayuntamientos para que se hablara mucho y bien de ellos. Con el tiempo, vi mis noticias recortadas, o locutadas con otra voz y firmadas con otro nombre. Huí.

La verdad, si es que existe, no vale una mierda. La información contrastada, que es la única verdad que puedo defender, no vale una mierda. Los filtros mandan. El periodismo es publicidad política. Los periodistas buenos se cuentan con los dedos de una mano. Los malos periodistas no tienen ética y mandan. Los periodistas con ética, buenos o malos, huyen.

Desde hace tres años no he querido saber nada del periodismo real. Me han ofrecido trabajo en en medios y he tenido oportunidad de volver como freelance. He pasado olímpicamente de ello. En un mundo donde "repetición" es sinónimo de "veracidad", yo no pinto absolutamente nada. Tengo poca paciencia para repetir las cosas y demasiadas pocas tragaderas como para deglutir información sesgada. Me he pasado al lado freak del asunto: la investigación lingüística. Acabé la carrera y me quedé con hambre. Prefiero morir entre libros que tengo que releer cuarenta veces para acabar de enterarme que hacerlo entre mentiras. Me inscribí hace tiempo en The Black Vault y Wikileaks para mantenerme informado sobre lo que a nadie "ahí arriba" le interesa. Puestos a deglutir información selectiva, la selecciono yo. Los medios de comunicación no valen una mierda. Sirven para hacer fluir dinero e influencias. No sirven para absolutamente nada más. Espero que la investigación y el estudio me sirvan para algo más. Pero no es difícil: la mierda no da para mucho.

La información oficial y la política de partidos son el excremento que nos sirve el poder en bandeja para mantener un status que le beneficia. Y lo hace por su metafórico y maloliente ano: los mass media. Su única misión, porque es el cometido del poder, es mantener dividido a la ciudadanía para, en medio de ese desconcierto, seguir viviendo de lo que queda de nosotros. Llámame paranoico.

Pero una red de personas con una cara a estas horas reconocible están haciendo lo contrario. Clegg, el viceprimer ministro de Inglaterra, ha pedido explicaciones a EEUU por la sucia guerra de Irak. El poder está siendo dividido por un grupo de ciudadanos responsables. De periodistas de verdad. De los que se juegan el tipo por que la verdad llegue. La verdad no puede tener contraindicaciones salvo para quienes quieren vivir al margen de ella. La verdad es lo único que se nos lleva escapando en los últimos 200 años en ese conjunto de líneas difusas llamado Occidente. Tenemos muchas cosas al alcance de la mano. Pero no tenemos la verdad. No tenemos nada.

Julian Assange y luchadores de pluma y libreta, de portátil y de módem, llamados Wikileaks. Gente que mueve el culo. Gente que sabe que probablemente acabe muerta por lo que están haciendo. Pero gente que ha saltado a donde nunca salta la verdad: a los medios de comunicación. Con ese salto no se garantiza que la verdad llegue ya. Pero se garantiza que esta práctica de periodismo real se perpetúe en el tiempo.

Dice el título que esto va de un testimonio propio y de la esperanza en la otra orilla. El testimonio es absolutamente real y me jode tener que contarlo y no poder contar que me fue genial y que el periodismo es maravilloso y que cumple una necesidad fundamental del ser humano como es el derecho a la información. Pero la esperanza es real. Frágil y perseguida, pero real.

No se persigue una opinión como en un régimen autoritario. Se persigue la información. La gravedad es extrema. Pero si el estado de salud de la información es grave, en parte es una buena noticia: está viva. Y os dejo este enlace para ilustrarlo.

Una mierda no puede oler durante demasiado tiempo sin que alguien acabe tirándola a la basura. El tiempo de limpieza está al llegar.

JM Martín




2 comentarios:

  1. Espero que alguna vez alguien que intente contar la verdad lo consiga, y con internet es posible...

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  2. Que sepas que te tengo un profundo respeto, porque yo tenia mitificado el periodismo y cuando me asome a ver que era, vi q ni un 2% de la gente era como tu, y no tuve ovarios para meterme ahi a cambiar nada... y q me parece q la investigacion linguistica te va, pero que sea dnd sea, creo q seria un error que dejaras de escribir

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