domingo, 31 de octubre de 2010

Borregos

Hay semanas que nos proporcionan unos hechos que acaban arrojando una información la cual, leída entre líneas, puede acabar siendo de vital importancia para entender el mundo en el que vivimos. Esta semana, o más bien estas dos últimas, han sido muestra de ello. Pulpos cuya muerte levanta demasiada expectación, intelectuales absorbidos por el peso de su personaje que acaban pasándose de frenada, otros que se meten en barrizales infames, expresidentes que fallecen y pasan a ser buenos ad aeternum, alcaldes que no piensan lo que dicen. Elementos dignos de estudio si no fuese porque lo realmente interesante no forma parte de esta fauna, sino de las reacciones derivadas.

El pulpo Paul murió y los focos se dirigieron hacia este animal que tuvo la virtud de saber imponerse en repetidas ocasiones a un 50% de probabilidades de fallo representadas en una pecera. Su cuerpo apareció en el fondo de un acuario, como es lógico, lleno de un agua que desprovista de heces del difunto bien podría haber salvado la vida de cualquiera de los cientos de haitianos que murieron ese mismo día por no tener agua potable y que no centraron la atención de los infamemente sensacionalistas telediarios españoles. Por supuesto, el pulpo Paul tendrá más resonancia dentro de un año en España de la que tiene el terremoto de Haití actualmente, cuando pasa un año de la tragedia.

Sánchez Dragó se descolgó con unas aberrantes líneas en las que presumía de haber sido seducido y violado (sic) por unas lolitas treceañeras de asiático abolengo en el año 67. De estar en el imperio ateniense del siglo V a.C., este señor hubiera sido lo más. Pero como estamos en pleno siglo XXI y hay cosas que no son de recibo, y como Sánchez Dragó ha recogido en forma de detractores los excesos verbales cultivados durante décadas de arrogancia intelectual y de estar por encima del bien y del mal, pues le ha tocado comerse un marronazo de tres pares de narices. Ha tratado de escurrir el bulto, diciendo que era todo una recreación literaria de otro testimonio, ha jurado por su honor en tierras niponas que jamás tuvo contacto erótico con dos lolitas, quizás por miedo de que dos luchadores de sumo le ensancharan el esfínter más de lo debido. Pero lo único cierto es que alguien ha hecho algo que se podría haber ahorrado y que atenta contra las buenas costumbres. Y lo aterrador aquí es que, como vivimos en un país de catetos partidos por la mitad, ha habido quien ha defendido al susodicho y a sus palabras para repeler el ataque de "los otros". La paranoia hecha excusa o la excusa hecha paranoia, no lo tengo claro todavía.

Le vino bien el patinazo de Sánchez Dragó al alcalde de Valladolid para desaparecer en la bruma de la polémica ajena. Este señor cometió el pecado de decir lo que mucha gente piensa (no yo), con el único "pero" de que su cargo público no le permite ser una persona más. El insulto a Leire Pajín transgredió los límites de lo aceptable y de paso tapó la gravedad del resto de sus palabras. "El problema de los embarazos no deseados y de las enfermedades de transmisión sexual no se soluciona repartiendo condones". No, se solucionan con educación, caballero mío. Pero como es usted partidario de la supresión de la asignatura de Educación Sexual, y jalea a los ideólogos del Spanish Tea Party que pululan por intereconómicos canales al grito de "zorra, guarra y puerca" cuando alguien se interesa por la educación sexual de los menores, y como no parece ud muy proclive al condón, dejemos que el Sida y la superpoblación nos maten. Para ver lo que hay que ver y oír lo que hay que oír, yo no opondré demasiada resistencia. Quizás hablara este señor así por miedo a quedarse sin trabajo (es ginecólogo el figura) o quizás por envalentonarse al ver por fin un micro de una cadena estatal delante, pero este señor meó litros fuera de tiesto y, algo que es peor, mucha gente lo apoyó por aquello del ataque (o defensa) a (o de) ese otro sector borreguil.

Néstor Kirschner falleció en una clínica argentina a los 60 años. Como todo expresidente, fue enterrado con honores. La gente recordó lo bueno que era. Acabó con el problema del Corralito. Normal. Estos problemas creados en las entrañas del sistema político y financiero de un país no los puede solucionar un charcutero. La gente salió a darle el último adiós entre banderas y exaltaciones patrióticos, dejando la podredumbre de sus problemas en casa y olvidando por unos instantes el grave contexto socioeconómico que vive occidente. Miles de personas despidiendo a una sola, sin que esta haya sido un gran pensador, un gran científico, un gran poeta, un gran pintor. No lo fue, tan solo fue un hombre que tomó decisiones, algunas mejor que otras. Como dijo un amigo argentino, "lamento más la muerte del pulpo Paul, al menos él cumplió el 100% de lo que prometió". Descanse ud en paz y descansemos nosotros de su descanso, si me permite la insolencia. Que el mundo no se pare por un político.

Pérez Reverte criticó duramente en twitter las lágrimas de un ministro al despedirse. Los medios hicieron la habitual difusión selectiva en la que se está convirtiendo la otrora noble profesión periodística. Sacaron tres frases de contexto, ayudados por el estilo inconfundiblemente agreste del escritor, y la mierda empezó a llover sin dar tiempo a mayores explicaciones. Quienes se posicionan en el bando de la oposición apelaron a la libertad de expresión para justificar las palabras del intelectual murciano, si bien más que justificarlas estaban haciendo un uso deliberado de las mismas. Quienes se sitúan en el bando del poder se quejaron y apelaron a que el concepto de hombría es un vocablo caduco. La gente de a pie criticó las formas empleadas por el escritor. Los usuarios de twitter sacaron la bis cómica (como suele ser habitual) con sus "perezrevertefacts". Y nadie, o prácticamente nadie, se quedó con el fondo de la cuestión: es deporte nacional rajar a la escena política, pero salir del sofá de tu casa y hacer pública la crítica está mal visto. ¿Quién es Pérez Reverte para criticar a Moratinos por llorar? Pues, señora: un ciudadano que sospecha de que, como cuando uno pierde unas elecciones, lamente más perder una posición que la posibilidad de hacer algo por la ciudadanía. Ese era el fondo de la cuestión, fondo absolutamente perdido. Cada uno tiró para su lado y hasta luego.

Fenómenos varios y una única conclusión: el patio está lleno de confusión. Hoy más que nunca: tengo miedo de la gente.

JM Martín

PD: Para los despistados con Pérez Reverte, lean su texto "Permitidme tutearos, imbéciles" y comprueben el compromiso de este escritor con la denuncia de lo zafio y, a ratos, de la corrección política.

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