miércoles, 13 de octubre de 2010

El lado oscuro de la mina.

La luna terrestre es un astro particular en nuestro sistema solar. Es el único satélite natural de este sistema que, aparentemente, solo hace visible una de las dos caras al planeta al que orbita. Así, nuestra luna posee un lado iluminado y otro oscuro. El iluminado, que no deja de reflejar la luz que recibe del sol, ha dado pie a numerosos mitos, a idealizar caras, a devenir objeto de deseo de sultanes, a parir poemas. El lado oscuro ha dado lugar a elucubraciones de todo tipo, aunque también a dado título a algún magistral disco.

Como una analogía inevitable, quizá porque en el fondo no somos nada más que una parte del mismo universo visible en el que la luna reina con elegancia, el ser humano se centra en el lado luminoso, en el ilusionante, en el evidente, en el precioso y optimista, dejando ese oscuro lado de la luna a la imaginación o, lo que es peor, a la indiferencia. Porque, al igual que muy poca gente se plantea qué hay al otro lado de la luna, la gente deglute euforia como deglute todo: sin plantearse que después puede venir un empacho o que, directamente, el producto puede estar caducado.

Hoy todo es euforia, ilusión, llanto optimista, saltos de alegría. Hoy todo es ensalzar a esos supervivientes elevados a héroes, a esos profetas de la esperanza que han aguantado en el abismo telúrico, que han nadado en la oscuridad y que han conseguido salir vivos tras dos meses de cautiverio. Hoy todo son promesas y loas. Hoy todo es ese brillante lado de la luna que a todos hipnotiza.

El lado oscuro viene de ayer pero solo unos pocos lo vieron. Mañana, y si no pasado mañana, la realidad que hoy todo el mundo ignora se hará presente. Mañana, algunos de los 33 mineros chilenos estarán visitando el campo del campeón de la recontracopa de Swazilandia y conociendo a su ortocampista estrella. Mañana, el presidente de su país se hará la foto de rigor en la casa presidencial con 33 individuos a los que se regalará un traje y una corbata y se limpiarán las manchas de polvo de sus caras mientras les agradece con su profidéntica sonrisa de diplomático populista el hecho de haberle hecho subir en las encuestas, que es lo que más les importa a esta gente.

Mañana, mientras todos los gobiernos se estén haciendo una autofelación congratulándose por su excelente labor de colaboración, la empresa dueña de la explotación del ya famoso yacimiento chileno seguirá adeudando tres mensualidades a sus trabajadores. Mañana, mientras los guionistas de grandes telefilmes de la historia como "El accidente de avión más morboso de la aviación española" estén pujando por los derechos de esta auténtica mina de oro, el sistema en el que se sustentan industrias como la minería, la metalurgia o la siderurgia seguirán rozando la semiexclavitud, sus condiciones serán insalubres a todas luces y los patrones de indemnizaciones serán directamente inexistentes.

Toda realidad tiene un lado oscuro. El empacho de ilusión no debería hacer olvidar que fueron los flashes, y no los problemas de la minería, los que atrajeron al presidente chileno al escenario de la última proeza humana. Y menos aún deberíamos olvidar que, para congregar a la alta diplomacia mundial, pudo más un solo flash que siglos de indignidad laboral.

Que aquellos que se empacharon de oscuridad no se mueran de luz.

JM Martín

2 comentarios:

  1. Saca tu dedo de mi ojo...
    Otra vez, mostrando con elocuencia el lado feo de cada asunto. Te recomiendo la película "El gran carnaval" de Kirk Douglas, peli que relata sucesos muy parecidos a los de chile, incluyendo lo de los flashes. Si esq lo que no se haya hecho ya en cine...

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  2. En 1984, el protagonista Winston descubre un libro que le maravilla. Al leerlo, descubre algo magnífico: los mejores libros son aquellos que ordenan en palabras las ideas que tú ya tenías.

    Con el cine pasa igual. Está todo o casi todo dicho ya. Seguramente con esta película pasará lo mismo.

    Tomo nota e intento comprobarlo por mi cuenta.

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