miércoles, 7 de septiembre de 2011

No me digas que esto no es una tara genética

“La juventud obtendrá ni más ni menos que lo que se merece" -una mente analítica privilegiada-

El debate sobre el origen del ser humano no será resuelto nunca. La ciencia podrá avanzar, si es que no nos reventamos por el camino y volvemos a las cavernas, desnudos, calvos y probablemente afásicos perdidos, pero probablemente sus conclusiones nunca sean asumidas por una mayoría de personas necesitadas de volver del logos al mito y dar peregrinas explicaciones que nunca tengan más lógica que cualquier película barata. Seguramente nunca sabremos de dónde venimos, si fue el buen dios o una caterva de científicos reptilianos quienes nos crearon en la noche de los tiempos, o sencillamente una cruel broma química del mismo universo que luego hizo la coña más grande creando a
Pío Moa.

Quizá sea una deformación congénita. Quizá sea mera estupidez. O quizá –me revienta inclinarme por esta opción, pero no me queda más remedio- sea la condena que a buen seguro tengamos insertada en algún filamento perdido del código genético, como una costura rebelde en esa camiseta jodona que te encanta pero te rasca. Hay indicativos para pensar que no nos escapamos de esa sentencia que a toda especie dominante le ha tocado arrastrar. Los dinosaurios tenían un cerebro igual que el de Belén Esteban, las cucarachas serán reconocidamente gilipuertas cuando sean la ley en este planeta y el ser humano es incapaz de actuar con perspectiva porque mirar más allá del ombligo (propio o de la bailarina de striptease de turno) es bastante jodido. Cuestiones, por un lado, de esfuerzo neurológico –Punset mola, digáis lo que digáis- y por otro, y aquí radica lo penoso, de herencia cultural: nos han metido tanto la importancia del individuo por los ojos y las orejas para que nos entre bien metido el mastodóntico rabo del neoliberalismo que, cada día más, somos incapaces de cambiar nuestras convicciones para empatizar un poco y, de paso, aprender.

No seré yo el presumido que dé lecciones morales: soy un presunto sabelotodo, un aprendiz de algo y maestro de nada y un discutidor nato. No hay moralinas, pero hay ciencia y memoria, y de momento no existe ningún mito sobre un zombie empalado que desmonte esta evidencia: el ser humano es un compendio de piel, huesos y egoísmo capaz de ignorar verdades a palmo de senos nasales con tal de no cambiar de opinión. Tenemos el mejor bagaje educativo de la historia de este país –fábrica de generar licenciados parados, pero licenciados al fin y al cabo- y parece que por ello podamos ignorar a nuestros mayores, con su impagable experiencia y el cariacontecido reconocimiento de sus no pocos errores, de los cuales deberías intentar aprender. Llevamos pidiendo participación institucional tres meses y nos creemos con derecho de reprobar a aquellos pocos que, movidos por la voluntad de cambiar nuestra vida a mejor y no la de llenarse los bolsillos, entran en un círculo viciado pero salvable como es el de la política de partidos: militar en un partido es pensar en los demás, figurar en una lista deja entrever que en lo que pensabas era en nuestros votos, condenado burócrata de tres al cuarto.Hemos invadido unas plazas en nombre del pensamiento crítico y por ello tenemos que denostar todo aquello que se salga de nuestros recién adquiridos parámetros sociales, porque el activismo no existía hasta hace dos días y porque quien se mueva no saldrá en la foto de los libertarios (sí, a ti y a mí nos encantaría lucir en una camiseta como ahora luce el Ché, honeybunny).

En ocasiones pensamos que queremos salvar nuestro culo y el de los demás. El hecho de no pararnos a considerar que lo que mueve al resto de culos puede que sea el bien común nos hace merecedores no de salvación, sino de que una buena bota campera nos patee.

De momento voy a ir poniéndome en pompa, que si no hoy igual sí mañana me empiezo a merecer la patada.

JM Martín

1 comentario:

  1. andres ivan aguilera7 de septiembre de 2011, 16:18

    Me niego rotundamente a aceptar la minima posibilidad de alguna tara, de la naturaleza que esta sea. La simple observacion de todo aquello que constituye tu entorno demuestra con sencilla elocuencia la maravilla de todo lo que es, especie humana incluida. Atribuir una conducta defectuosa a un factor que se encuentra lejos de tu dominio es una manera facil de rendirse... de victimizarte. El intrincado tramado de todas las realidades que aceptamos vivir suele ser intimidante, pero tu, asi como yo y asi como cada persona que se dice conciente deberiamos considerar aquello como un reto... un brillante desafio. Un abrazo Gran Hombre.

    ResponderEliminar