miércoles, 11 de abril de 2012

Antes y ahora o nunca.

Recuerdo cuando escribir con una copa de licor no se había convertido en una costumbre. Cuando existía algo que hacer porque así eran las cosas y así nos las habían contado. Cuando simplemente uno no deconstruía absolutamente todo y parecían existir una serie de pilares que sustentaban la realidad cotidiana. Recuerdo esos días con una claridad cada vez menos meridiana y cada vez más tendente a la evaporación.

Mantengo como una fotografía viviente, eso sí, las palabras de mi querido Ricard Morant, mentor académico al que tanto debo y aprecio cuando le hablé del repentino fallecimiento de mi padre y supo sacar, como en él es costumbre, una mina de diamantes a posteriori revelada de unas simples palabras: "la cuestión es intentar ver el vaso medio lleno".

Recuerdo no sólo mi vida antes de la mayor y más productiva -a muchos niveles- hostia que me ha regalado la vida con toda su mala baba, sino que también recuerdo el clima de normalidad, de relativo optimismo, que empezó a emborronarse con la emergencia de la palabra "crisis" hace ya algunos años. A muy poca gente parecía faltar nada, y realidades precarias y lamentables que son ahora visibles formaban parte de un oscuro álbum de fotos malas guardado en el fondo de un cajón.

Y de repente, miro atrás y me pregunto si es que algún día estuvimos bien. Porque si se trataba de ver la botella medio llena, en aquella época creíamos que la botella estaba rebosante. Pero no. Entonces estaba ya medio vacía. Existía ya, de hecho, ese agujerito por el que se ha ido casi todo el líquido que estaba dentro de una bonita pero caducable botella de plástico malo. Nosotros estábamos al fondo de la botella, y éramos como un pez nadando en el fondo de una mala pecera, inconsciente de lo que sucedía al otro lado del cristal.

Pero resulta que igual esa botella, esa pecera, ese cubículo que cada vez se muestra más vacío, puede que esté flotando en medio de un mar más abierto del que pudiéramos imaginar. Y resulta que si igual ya no queda líquido sino aire corrompido en el recipiente, va siendo hora de que el pez intente saltar al mar y se enfrente a la riqueza de lo inabarcable.

No sé cómo daremos el salto, sólo sé que es darlo o ahogarse. El trayecto a posteriori parece largo en cualquiera de los casos, por lo que mejor ser valientes y enfrentarse al que nos puede dar algo al final.

Este es sólo uno de los primeros capítulos de nuestras vidas. Sólo.

JM Martín

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