lunes, 12 de marzo de 2012

Así, no. De la huelga general, de mis ganas y de mis dudas.

Entremos a saco: la cuestión de la huelga general del 29M es más compleja de lo que parece. Sí, como no-rico y precariempresario estoy absolutamente en contra de la nueva reforma laboral, que no creo que genere riqueza por parte de las PYME (que sostienen un porcentaje de trabajo importante en este país) porque, por ejemplo, voy a seguir pagando una cantidad draconiana al mes y me va a seguir costando 200€ por nómina dar de alta a un empleado en mi empresa, no como en países donde se ha desregularizado este sector, donde es obligatorio tener al empleado asegurado pero donde se puede elegir un seguro privado -incluyendo al propio autónomo- que abarate los costes mensuales de, no lo olvidemos, generar empleo. La reforma laboral es una basura, y sí, hace falta presión social contra ella, porque es imperativo -no nos queda- que no se apruebe para no dar por perdidos derechos logrados durante siglos.

El tema es, como veréis a continuación, muy complejo: el horizonte del trabajador es muy negro, pero no es ni tan siquiera gris perla con una huelga general. A la pregunta sobre si esta va a ser efectiva sólo puedo responder a la gallega: ¿ha servido de algo alguna de las recientes?. No, no tengo clara la conveniencia de una huelga general, aunque es una contradicción interna que tengo. Me explico: creo que tenemos (la izquierda) un problema recursivo desde hace siglos. Seguimos recursos que funcionaron muy bien, pero que ya no funcionan. Y que no van a funcionar, entre otras cosas por esto:

1) Es impensable -consulten a su fuero interno, no suele fallar- que la huelga pase de un día en este país con estas condiciones económicas, con estos dramas personales y en definitiva con este miedo a perder demasiado dinero. Con sólo un día, el impacto en términos económicos -para los grandes capitales, obviamente- que un paro general puede tener es ridículo. En este sistema laboral del "si no lo curras hoy, lo currarás mañana", los beneficios están planificados. De ahí las retribuciones por incentivos y objetivos: el trabajador es una flecha en un GPS en el que el camino marca previsiones y por tanto la estrategia a seguir. Y el que se desvía mucho del camino, suele acabar fuera del navegador por las malas.

2) En cuestiones de contestación se sigue una línea estratégica propia de años en los que la conciencia de clase estaba más plasmada en la realidad social. Yo soy autónomo, lo único que puedo hacer es traspasarme trabajo -clases de repaso en una academia- de un día para hacerlo otro, y a una malas tener que descontar de la tarifa del mes que viene al cliente en cuestión como descargo por un día perdido. Pago siempre lo mismo, con lo que no presiono absolutamente nada al estado. De hecho, lo que me puede pasar si a algún papá le parece que soy un rojeras indigno de dar clases a su hijo, es que emigre a otro centro. Y el autónomo del mes que viene lo seguiré pagando igual. Esto es: los autónomos no tenemos derecho a sindicarnos. Otros colectivos tampoco. Con lo cual, al nulo impacto de colectivos que funcionan con retribuciones en función de rendimiento, hay que sumar al nuestro.

3) No se explota el papel del ciudadano en el plano económico actual. Esto es: ya no somos fuerza de producción a secas. Lo somos menos, y ahora somos principalmente fuerza de consumo. No trabajar impacta poco, pero no consumir destroza. El que se beneficia de esta reforma laboral no sólo es aquel que se ahorra pagarnos un despido, sino también aquel que vive de nuestro dinero mejor que nosotros, porque nos da bienes y servicios con un margen de beneficio en la mayoría de ocasiones escandaloso. No podemos contralegislar por nuestros derechos laborales, esto es una realidad, pero sí podemos evitar darles nuestro dinero, porque el consumo es una decisión que, salvo monopolios, es libre y planificable.

4) No se plantea acompañar una huelga general -que es eminentemente de producción- con una de consumo. No saber complementar acciones es sintomático de un error que los sectores más contestatarios -la izquierda creativa y propositiva, hablando claro- no dejan de cometer, demostrando que los dogmas atenazan no sólo a quienes aplauden al portador del mango de la sartén sino a los que nos freímos en ella. No existe una planificación estratégica real, y esto parte de una desunión manifiesta. Y quienes piensen que para unirnos debemos hacerlo en torno a una acción, tienen que esforzarse un poco más. La unión no puede hacerse en torno a una huelga, sino en torno a cuestiones más analíticas.

y 5) Las huelgas son previsibles. De llevarse a cabo, el 30 de Marzo el gobierno dirá que fue un fracaso, los sindicatos que fue un éxito, los diversos partidos de la oposición que hay que guardar prudencia para evaluar y que esperan haber forzado una reflexión por parte del gobierno y los asistentes... los asistentes se irán saciados por un día pero empezarán a mosquearse a los dos, nadando entre la incredulidad y el cabreo. Lo previsible ya no es efectivo, porque los poderes generan mecanismos efectivos -tienen toda la capacidad legislativa del mundo- para suavizar hasta la caricia el pretendido impacto de lo que antaño fue sorprendente y dañino. Hace falta innovar. Puedo equivocarme, pero me parece poco menos que una evidencia.

Conclusión: hace falta organizarse no en torno a una acción, sino a lo que nos dice si esta va a generar cambios positivos o no. Es necesaria una reflexión analítica, intelectual si se quiere, y no tener miedo de abandonar ciertas estrategias. Jubilarlas no significa necesariamente renunciar a unos principios y referentes ideológicos, sino reinterpretarlos en función de un cambio de paradigma que está siendo catalogado de histórico: podemos estar viviendo el final de la revolución industrial. Del capitalismo como lo hemos entendido hasta ahora si se prefiere. Las condiciones son extraordinarias, totalmente nuevas. Es necesario adaptarnos a ellas para cambiarlas. Seguir patrones que obedecen a otras condiciones es, en definitiva, poco menos que un paripé.

Apoyaré la huelga del 29M por solidaridad con aquellos que la sufren, que son familiares, amigos y gente de mi entorno vecinal, cuyo sufrimiento significa el mío, porque no quiero vivir en un entorno (más) empobrecido. Pero incitaré, presionando no virtual sino físicamente, a un replanteamiento en aquellas instituciones, sindicatos y partidos en los que tengo allegados. Y espero que todo aquel que tenga la oportunidad haga lo propio.

JM Martín

4 comentarios:

  1. ¡Joder!
    Estoy tan de acuerdo con todo lo que dices que apenas puedo añadir nada.
    Muy lúcido.
    Muy necesario.

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  2. Muy buena reflexión, muchas de las cosas que dices son dolorosamente ciertas
    Mi postura sobre la huelga a estas alturas no es tanto que hay que ir por las consecuencias positivas que tendremos si es un éxito, que como dices serán muy limitadas y controladas, sino que hay que ir por las consecuencias negativas que tendremos si no triunfa, ya que será inexorablemente interpretado como que el pueblo apoya las medidas con las que cada día nos aplastan más
    Y eso supondrá un golpe moral tan fuerte que probablemente anulará cualquier posibilidad de lucha futura

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  3. Buenas! me he hecho un resumen de lo que has dicho para poder contestarte, es que soy un poco cortico y si no lo hago así, me cuesta. Corrígeme si algo lo he interpretado mal porque no es mi intención tergiversar tus palabras:
    Empiezas por decir que no crees que la reforma laboral funcione y haces una referencia, como empresario, a lo caro que resulta dar de alta a un empleado, y alabas el modelo de otros países en los que se puede elegir un seguro privado.

    Según tu criterio, la reforma laboral no va a funcionar por:

    1. El miedo de la gente a perder su trabajo, en un contexto económico catastrófico.
    2. Antes había mayor conciencia de clase y ahora la cosa ha cambiado. Los autónomos no se ven representados en ese modelo de protesta.
    3. Los tiempos han cambiado y seria más efectiva una huelga de consumo.
    4. Incapacidad de un sector de la izquierda de combinar una huelga de producción con una de consumo y otras acciones.
    5. La previsibilidad de una protesta, y sus nulas consecuencias.

    Yo no estoy a favor de las continuas comparaciones con los modelos económicos/laborales/sociales de otros países. No digo que tu estés haciendo como el presi de Mercadona, que quiere que trabajemos como chinos.
    En mi opinión, el modelo que hay en este país es uno de los mejores del mundo y funciona a la perfección a pesar de los argumentos de la patronal y a la derecha de este país, que van encaminados a destruirlo. E insisto, no insinúo que tu digas lo mismo que ellos.

    Sobre el punto 1. Creo que ese problema va ligado a la cuestión que planteas sobre la conciencia de clase. La gente podría tener miedo y no ir a la huelga, o la gente podría tener conciencia del importante papel que juegan en la sociedad y hacer huelga de forma masiva.
    Se puede invitar a la gente a cambiar el modelo de protesta actual, o se puede invitar a la gente a recuperar esa conciencia de clase que se ha perdido con el tiempo. Ambas cosas cuestan un huevo, pero yo voto por lo segundo.

    Sobre el punto 2. Estoy de acuerdo en todo.

    Sobre el punto 3. Si ya de por si una huelga de producción tiene un impacto económico que no diferencia entre empresario cabroncete y trepa y empresario honrado, una huelga de consumo seria la muerte para los pequeños empresarios, mientras que para los grandes seria como una picadura de mosquito.
    La única manera de que la huelga de consumo afecte a las grandes empresas es prolongándola en el tiempo, lo cual supondría un mayor impacto en las pequeñas empresas.

    Continuo en el siguiente post.

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  4. Sobre el punto 4. Vivimos tiempos en los que todo se cuestiona indiscriminadamente, y a veces no nos damos cuenta de lo peligroso que resulta cuestionar ciertas cosas en este contexto económico. Cuestionar la huelga desde la izquierda, cuestionar a los sindicatos, es muy peligroso.
    Por eso estoy en contra de reformar este mecanismo de protesta, creo que lo que falla no es la propia protesta, lo que falla, o sea, el problema real, es que se pasan por el forro de los huevos las protestas.
    Porque igual que la última huelga general no funciono, tampoco funcionaron las protestas del 15 M, las manifestaciones de los funcionarios, las protestas por los recortes de educación, las manifestaciones pidiendo la dimisión de la delegada de gobierno por ordenar cargas contra menores...
    No, el problema no es que la huelga no funcione, el problema es que no nos hacen ni puñetero caso.

    Sobre el punto 5. Si la protesta no es previsible, es ilegal y salen los caballeros medievales con su armadura, su escudo y su porra a repartir leña. Si lo previsible no es efectivo y lo que no es previsible es ilegal, entonces yo voto por pasar de las medias tintas y salir a protestar dispuestos a recibir palos.
    Pero como eso no está bien visto, pues hay que hacerlo como toca. El resultado, en cualquier caso, parece ser el mismo. Pasan de nuestro culo.

    Yo haría la huelga, seguiría yendo a todas las manifestaciones que se convoquen, sean de quien sean. Si somos la izquierda, porque así nos etiquetan, seamos la izquierda, pero todos unidos, sin divisiones. Y Aunque lo ideal sería que no hubiesen banderitas... Oiga, que quiere usted llevar su banderita del CCOO, UGT, 15M, etc, adelante, pero no cuestione al resto de la izquierda por portar una banderita de distinto color a la suya. Sé que no es una solución que se antoje demasiado práctica, pero hay que recordar que estamos ahí y que somos muchos, y cada día seremos más, es inevitable. Y cuando estemos todos, ya decidiremos qué hacer.

    Por supuesto, hablo en general, no me estoy refiriendo al autor del blog, ni insinúo que el abogue por la división, es sencillamente mi reflexión. Sé que soy pesao recordando esto todo el rato, pero no quiero confusiones… tengo un absoluto respeto al autor y sus opiniones.

    Bueno va, no me enrollo más. Un saludo!!

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