Mi padre fue (qué raro es hablar en pasado de alguien que está sin estar) la persona que me inculcó que las cosas deben cambiar. Más tarde aprendí en la universidad que la evolución es una constante, pese a quien pese. Pero él plantó la semilla. No fue la persona más fácil del mundo, como tampoco lo soy yo. Fue un ilustrado de puertas para adentro, un obrero capaz de dejarme en evidencia culturalmente. Una persona con sus limitaciones, como todo el mundo, pero en cuyo ADN había un viajero tapado: la rebeldía. Fue en su hijo pequeño, yo, donde el polizonte se hizo capitán. Y eso no es bueno per se.
Él me enseñó muchas cosas en vida. Cumplió con su función de padre. Pero se dejó la mejor enseñanza en su marcha: cuando menos te lo esperas puedes hacerte relevante. Él ahora lo es más que nunca. Su modesta sabiduría está presente tres de cada dos segundos. Su sapiencia no es pena, aunque triste es el poso que deja el amargo café de la ausencia. Y su fidelidad a unos principios son el reflejo en el que me miro. Puede que mi esencia sea errónea, pero a ella me debo. No hay nada más equivocado y más contra natura que ir en contra de uno mismo. Detenerse y frenar la dinámica equivocada es un acto de sabia modestia. Y gracias a la herencia que me deja al margen de unas incipientes canas, hoy reclamo mi independencia como ser humano.
Hoy me voy para despedirme mañana de las cenizas que un día fue mi padre. Esta vez sin lágrimas, pero con la rabia de quien no entiende lo que no hay que entender, que es la mecánica interna de la vida. Preguntándome todos los días si lo que hay al otro lado no será algo más que ese fundido en negro que algunos temen. Preguntándome si los sueños que tengo desde hace dos meses y medio, algunos de ellos de una lógica conversacional tremenda, son algo más que una colección de malabares de mi cerebro. Hoy cojo el coche para simular que te digo "adiós", cuando todos los días te digo "hola" en forma de paso hacia delante. De paso hacia mi independencia mental como ser humano. De paso hacia una muerte, espero lejana, en la que me pueda el cansancio y el sentimiento de que hice todo lo que pude para dejar las cosas mejor de como me las había encontrado, que era exactamente lo que tú hacías.
Hoy dejo de escribir transitoriamente en este blog. Porque no tengo demasiado tiempo. Porque tengo que rodar un minidocumental. Porque tengo que investigar más que nunca. Porque no creo que me bequen. Porque ello me hace más independiente, quizá. O sencillamente porque, hoy más que nunca, no estoy de acuerdo con el subtítulo de mi blog y me parece coherente parar.
Porque hoy ya no tengo miedo de la gente.
Hasta pronto.
JM Martín