Facebook y Twitter arden estos días en español con acento francés. El motivo, una acusación de dopaje fundamentada en el veredicto de un jurado deportivo que declara que el ciclista Alberto Contador ha hecho trampas al haberse dopado supuestamente con clembuterol. La defensa del deportista ha argumentado que el consumo ha sido involuntario, vía carne contaminada. Las ruedas de prensa del ciclista y las declaraciones de sus allegados han convertido el caso en una cuestión de fe. Los periodistas se muestran en un principio desconcertados aunque muestran un apoyo bestial a quien ha sido declarado culpable por un tribunal, insisto con esto, deportivo. "Es una cuestión de estado", resuena cualquier eco de dicha noticia, cualquier opinión. Los vídeos de Canal+ France, en los que guiñoles de deportistas españoles como Nadal, Gasol y el mismo Contador actúan como toxicómanos y tramposos, son la gota que ha colmado el vaso. La Real Federación Española de Tenis denunciará a la cadena por el uso no solicitado de su logotipo en uno de los vídeos, quedando en evidencia que las argucias legales tienen una corta vida como vía de protesta.
Gente que nunca ha dudado a la hora de exhibir símbolos patriotas y a quienes se les llena la boca a la hora de nombrar el nombre del país que les hace seres plenos y virtuosos por los motivos que sólo ellos -iluminados de la reserva espiritual de occidente- conocen, gritan de su puño y letra contundentes lemas de defensa como "qué envidia nos tienen por no poder ser españoles" o, en definitiva, cualquiera que aluda al seguro motivo de este cruce de acusaciones de juego sucio: la envidia en su más patriótico sentido.
Esto es lo que pasa y sabe aquel cómo acabará este cristo que, sinceramente, tampoco me interesa demasiado. Sin embargo hay una serie de preguntas que, como es normal en estos casos siendo como es uno, me vienen a la cabeza. Y aquí que se las escribo:
1) ¿Existe alguna virtud, para mí insondable, en haber nacido en un país o en tener cierta nacionalidad? ¿Es esto ventajoso a nivel moral, espiritual o cualquier otro?
2) Dada la coyuntura actual en términos socioeconómicos, académicos, culturales y especialmente democráticos, ¿no es acaso una cuestión de mala suerte ser un ciudadano español? Aun pudiendo ser libio, sirio, guatemalteco o sudanés, ¿no es de una suerte muy mediocre ser español, pudiendo ser sueco, noruego, alemán, canadiense, australiano, neozelandés, finlandés, danés u holandés, por poner unos ejemplos?
3) En términos históricos, y viendo los bandazos que hemos dado en los últimos... pongamos cinco siglos, ¿no es realmente un poco frustrante haber nacido en un país de democracia tan volátil, de tanta marginación ideológica, racial y sexual, en el que la ciencia y la cultura se ha abierto paso a volantazos sin posibilidad de fluir libremente?
4) En términos probabilísticos, y hasta que se demuestre la responsabilidad propia a la hora de determinar el lugar de nacimiento y la adjudicación de un valor intangible (llamémosle alma) a un cuerpo con vida de los que nacen diariamente en todo el globo y probablemente en todos los globos poblados que habrán repartidos por el inmensamente salvaje universo, ¿no es una cuestión de azar muy absurdo el nacer en un sitio o en otro, en el seno de una u otra familia y con unas posibilidades estructurales así o asá que determinen qué clase de vida va a llevar una persona?
5) ¿Tiene sentido que los mismos que detestan y maldicen la figura de los nacionalismos periféricos y orgullos patrios extranjeros (véase el clásico "los americanos se creen más que los demás sólo por que son americanos") consideren que ser español es, efectivamente, ser superior y que sugerir lo mismo para otros sentimientos nacionales es peligrosamente filofascista, potencialmente genocida y aplastantemente fatal para el resto del mundo?
6) ¿Es de recibo, en este mundo global en el que las distancias son absurdas, que se siga reivindicando lo tribal, encarnado esta vez en un más impuesto que logrado orgullo nacional? Esto es: si el orgullo tribal servía para fortalecer al grupo cuando más allá de las tierras dominadas sólo había lo desconocido (y muchas veces monstruos abisales y cascadas infinitas en una tierra plana), ¿sigue siendo de recibo exigir el reconocimiento grupal, cuando gracias a las megacorrientes de información que recibimos sabemos qué hay y quién vive en la práctica totalidad de las pulgadas del globo terráqueo? ¿Es necesario lucir bandera cuando nadie va a venir a quitarnos las tierras, a quemar nuestras aldeas y a violar a nuestras mujeres?
7) Por último, y volviendo a lo terrenal que tanto espacio ocupa en las mentes y preocupaciones de muchos, ¿es acaso más importante la estabilidad y el prestigio laboral de una persona y serie de personas -a las que respeto profundamente y que me han hecho pasar buenos ratos delante de un televisor- que la estabilidad y el prestigio laboral de todos aquellos allegados que día tras día sufren injusticias laborales? ¿Lo es, habida cuenta que estamos viviendo lo que estamos viviendo?
A mí me fastidiaba mucho que los franceses nos tirasen las frutas. Si eso pasara ahora mismo, los twitteros y parroquianos de Facebook que a estas horas están saturando el timeline de frases de apoyo/ataque y fotos con la palabra "envidia"... seguramente estarían viendo vídeos de gatos.
Vamos, pienso.
JM Martín
PD: Si no os gusta mi texto es porque tenéis envidia de no haber vivido en mi calle, que es sin duda la mejor calle del mundo. Envidiosos.