En primer lugar quiero pedir disculpas a los pocos fanses que siguen este humilde blog: últimamente escribo menos que Cela. Mil perdones. Alguno de esos entrañables fanses me comentó, vía redes sociales, que le extrañaba que la visita del Papa no hubiese puesto en marcha mi impetuosa verborrea y que no hubiese escupido bilis en este vuestro blog. Pues ea, vuestros deseos son órdenes para mí y mi glándula biliar. Aquí lo dejo:
La visita del Papa ha tenido un efecto tan genial como predecible sobre los medios de comunicación españoles. Como siempre, este evento ha atentado contra la constantemente amenazada unidad del país, ha hecho saltar las alarmas anti-laicismo y ha reabierto esas heridas propias de las dos Españas (¿si va en plural debe ir en mayúsculas?) que constantemente tratan de agrandar esos rojos camuflados de chupiprogres que pululan por este sacrosanto país fuera de su lógico hábitat natural: la cárcel o las fosas sépticas. En otras palabras: Intereconomía y Libertad Digital ha tenido la dosis de polémica necesaria para desatar su tormenta filoapocalíptica, y sus fieles seguidores lo han agradecido.
Se han enarbolado "datos", por llamarlos de alguna manera, para rebatir la principal queja de la ciudadanía (debí decir "esos rojos de mierda"), que no era otra que la conveniencia económica de la visita de un jefe sectario y la monstruosísima inversión de dinero público para un espectáculo. Se ha dicho, en primer lugar, que el impacto económico de la visita iba a ser de 30 millones de € frente a la inversión inicial, que algunos medios han cifrado en 8, 11 y 19 millones de €. Bien, partiendo de la base de que el impacto económico haya sido tal, cosa que dudo: si de la caja pública sale una cantidad y en las empresas privadas entra otra cantidad de dinero, por muy grande que sea la diferencia, eso nunca va a mejorar las prestaciones públicas. En otras palabras: el ciudadano pone dinero y a cambio ve cero euros. "No, oiga, es que esto mejora la economía del estado". Pues mire, caballero de rancio abolengo, partiendo de la base de que la mayoría de negocios que han visto algo de dinero son unos autónomos que pagan una cuota fija y un IVA que nunca, nunca, nunca es en base a los ingresos reales que tienen, y por otra parte son franquicias que tributan en base no al volúmen de negocio sino de unas auditorías que rara vez se producen al final del ejercicio, la repercusión de la visita de este señor que viste de blanco y luce ojeras (y no es un suplente del Madrid) es cero o incluso negativa.
Se ha dicho también que la visita del Papa a Santiago y Barcelona coloca a ambas ciudades en el panorama internacional. Ya saben, esto que se llama "proyección internacional". Me encanta ese discurso, esas ansias, esa visión empresarial de la que gozan esos visionarios de la administración pública. Igual que en la Comunitat Valenciana y sus magnérrimos eventos: aumentemos el tamaño de la fuente de nuestra ciudad en el mapa. Claro que sí. Propongo, dada la coyuntura, que en las elecciones municipales de ciudades como Barcelona, Santiago o Valencia, donde gozamos de la visita de Susan Tidad, voten los turistas alemanes, británicos y holandeses. Ya que la ciudad se proyecta para ellos, parece que nosotros deberemos limitar nuestra participación electoral en las circunscripciones de nuestra comunidad de vecinos. O bueno, intentando aplicar el sentido visionario de la vida que tienen los gobernantes de este bendito y panderetero país, votemos en las elecciones estadounidenses, ya que nos comemos sus decisiones sí o sí. Y bueno, como ciudadano-compromisario del capital del Vaticano, propongo poder decidir al próximo Papa. Total, si alguien va a venir a mi casa, que por lo menos me dejen decidir quien. A mí me la pone más morcillona votar por un candidato nigeriano o indonesio que por uno europeo, adoro el factor sorpresa.
Y luego me ha encantado la batalla espiritual e ideológica librada estos días, que no es más que un capítulo más de la infumable deriva que se da en España desde hace algo así como 80 años. El fantasma del terrible, genocida y abortista laicismo es aqui como el fantasma del comunismo en la reforma sanitaria estadounidense: una patraña infumable y carente de sentido práctico. No comentaré por tanto pseudoartículos como esta cafrada infumable, ni tan solo comentaré nada sobre la ley de libertad religiosa que nuestro presidente ha decidido pasarse por el arco de trajano, bajada de pantalones mediante. Es tan solo basura para el que se la quiera tragar.
No culpo a nadie de que crea en algo que le ha dicho alguien que crea. No culparé a nadie por creer a alguien que no se ha muerto nunca cuando le cuentan la versión sobre eso que dicen que hay después de la muerte. Ni tan siquiera culparé a nadie por quererme hacer pasar como verdadero el hecho de que en la Biblia se habla sobre condones, cuando era obvio que los que habían eran de ganchillo.
Pero a ese que acusa a la ciudadanía española de estar retornando al anticlericalismo de los años '30, le preguntaría lo siguiente: ¿en qué club estabas tú apuntado en esos años, majete?
JM Martín