Hoy 11 de Septiembre hemos vivido un día cargado. Incontables imágenes del WTC habrán poblado las pantallas y seguramente muy pocas menciones al 11S chileno habrán sido difundidas, seguramente por aquello de no hacernos recordar lo que es capaz de hacer el lado más extremo del capitalismo para imponer una agenda económica en un país. No suelo encender la tele salvo para ver algo en el disco duro o echarme una partida a la PlayStation, sinceramente. Sin embargo, sí que ando atento a las redes sociales y veo la masiva y cívica asistencia a los eventos de la Diada en Cataluña.
El independentismo es un tema complejo, especialmente cuando no se disocia del nacionalismo, lo que convierte al término "independentista" en una amalgama poco clara de conceptos, amalgama enturbiada -en mi opinión y a tenor de la idea del mundo que poseo- de manera interesada. Estoy escribiendo en castellano siendo valenciano, es cierto, pero entiendo bastante bien y apoyo hasta el extremo la idea del independentismo, si bien no así la de nacionalismo. Disocio, porque entiendo las ansias de independencia como algo natural: al fin y al cabo tengo veintinueve años y lucho por una independencia económica. La independencia es algo lícito y que considero tácito en cualquier fundación estatal. De hecho, si pudiera, independizaría a mí y a mi sufrida pero ya consolidada precariedad de un país en el que la clase gobernante parece ser la menos preparada que jamás haya conocido, y las he conocido ineptas.
El independentismo es un anhelo viejo, un derecho sobre el que se sustentan, como decía, muchas fundaciones estatales. El más claro caso es el suizo: el Serment o juramento de 1291 (insisto: siglo XIII) que daba inicio a la nación suiza, se apoyaba sobre tres fundamentos, que cito literalmente de la obra de Antonio Escohotado "Caos y Orden" (Espasa, 1999):
1) Aquello que nos une es el respeto por la diferencia, y si algún cantón entiende que este respeto se ha quebrado podrá separarse en cualquier momento, sin otro requisito que una decisión mayoritaria de sus habitantes;
2) Ninguno pagará protección a iglesias, nobles o casas reales, ni admitirá otros administradores que los elegidos en cada circunscripción por sufragio directo;
y 3) Nadie podrá hacer del gobierno un medio de vida, y los ciudadanos asumirán todas las responsabilidades de administración y defensa, con mandatos muy breves y siempre irreelegibles.
Resumiré mi concepción del nacionalismo como un atávico vínculo que aporta cohesión y diferenciación a un grupo, y que resulta de una pulsión tribal y por ello agotable. No, no me siento nacionalista de ningún sitio, supongo que fruto de ser hijo de emigrantes retornados, de tener dos hermanas belgas, de tener más familia en el extranjero que en territorio español, de tener la cultura griega, belga e italiana directamente instaladas en mi entorno. No me siento orgulloso de ninguna bandera, pero entiendo la cohesión cultural que el nacionalismo aporta, más en unos tiempos en los que el agarre material se desvanece. Entiendo por ello el nacionalismo, pero como algo anecdótico y no por ello menos lógico o lícito. Desde luego, no lo comparto: ni el español ni el periférico.
Sin embargo, mi concepción del independentismo se basa en el juramento fundacional suizo. En los tres puntos dispuestos, veo cosas escritas que jamás comprobé en el terreno de la realidad. No veo un respeto por la diferencia en ninguna posición enconada, ni centralista ni periférica. Veo un respeto con alta susceptibilidad en la mayoría. No veo en absoluto un respeto que emplee la indiferencia como arma, que deteste entrar al trapo o directamente entrar con un perfil razonable. Quizá los tiempos no están para eso, o quizá por eso están los tiempos como están. No veo en ningún caso un sufragio directo a la suiza, ni una democracia razonable sin servilismos a determinados grupos. Aguanto con hastío a duques, condes, grandes de España, de Asturias y casas reales que en casi tres décadas no han hecho absolutamente nada que justifique el tributo pagado. Y especialmente soy incapaz de percibir una responsabilidad ciudadana (si bien su crecimiento es evidente), una política que no sea el chollo padre o una mecánica de elección sana.
En fin, echo de menos un sistema de respeto a lo divergente, pero especialmente me falta como pocas cosas me faltan el respeto a lo propio. Veo que el independentismo -en cualquiera de los sentidos- se ha dejado apabullar y posteriormente fagocitar por un conglomerado de populistas que han encontrado su chollo en prometer la independencia (o la eterna cohesión imperial en el caso del nacionalismo español), dilatando el momento de la verdad para obtener más rédito. Veo que pesan más los símbolos dosificados por los mesías de la tierra libre prometida que una postura basada en la decisión como derecho fundamental, como verdadera libertad ante los que se tildan de liberales sin tener ni idea de aceptar la diferencia.
Veo incoherente, al fin y al cabo, que con una muestra tan cívica como la realizada hoy por los partidarios de la independencia de Cataluña (en la cual dejo claro que no milito, igual que dejo claro que me parece estupendo que se luche por su cumplimiento) nadie se plantee que dar fuerza a la capacidad de expresión de los independentistas en forma de referéndum es consolidar un derecho fundamental como el de decisión. Consolidar la verdadera libertad, al fin y al cabo. Máxime siendo esta una gran oportunidad de derribar las estructuras parasitarias que hacen que en toda nuestra constitución no hayan tres párrafos que les lleguen a los talones a los que sirvieron para fundar la nación suiza.
Pregúntenle a Artur Mas i Gavarró, a Arnaldo Otegi y a los políticos extremocentristas del "españaserompe" qué narices pensarían de los puntos 1, 2 y 3 de la Constitución suiza de 1291, tanto por el no parasitismo como por aquello de negar la independencia a los araneses o anexionar terrenos sin contar con la opinión de los anexionados mediante el mismo tipo de referéndum que exigen. Igual en su vergüenza hallaríamos el camino.
JM Martín
Excrementofobia
Tengo miedo de la gente (pero ahora dejo que me comente sin estar registrada)
martes, 11 de septiembre de 2012
lunes, 6 de agosto de 2012
Canal Extremadura: un ejemplo descarado de la manipulación de masas
Un buen amigo periodista, afincado en Extremadura, bella persona y trabajador vocacional -cuyo nombre me voy a permitir omitir, no sea que encima le caigan hostias por mi culpa- comparte la siguiente información en una red social:
2) ¿Por qué se dice "en el ámbito de la Comunidad Autónoma de Extremadura" en el punto B y no "de la Comunidad Autónoma de Extremadura" como en otros puntos?
3) ¿Tienen un ámbito demasiado amplio que no interesa especificar estas organizaciones empresariales, al igual que lo tienen "las organizaciones sindicales más representativas" que se destacan en el punto A?
4) Pudiéndose entender que organizaciones sindicales a nivel nacional se vean representadas en un "consejo asesor", en tanto que atienden a los derechos laborales sujetos a una legislación cuya competencia es mayoritariamente estatal, ¿se puede entender que empresas de alcance y competencia nacional o posiblemente transnacional posean representación y por tanto capacidad de influencia en un medio de información público?
Y, por último y con esto os deseo un feliz Agosto al sol, ¿no resultan demasiado descarados y además poco disimulados los esfuerzos de quienes detentan las diferentes capas del poder económico por manipular la información en aras de influir en el comportamiento de la ciudadanía, no sólo como votantes o consumidores, sino como practicantes de un sistema que se antoja en una fase crítica?
JM Martín
Nombrado el "consejo asesor" de Canal Extremadura...
a) D. Julio Antonio Ledesma Esteban y D. Fernando Sánchez Lavado, en representación de las organizaciones sindicales más representativas en el ámbito de la Comunidad Autónoma de Extremadura.
b) D. Pedro Castro Domínguez y D. Daniel Nieto López, en representación de las organizaciones empresariales más representativas en el ámbito de la Comunidad Autónoma de Extremadura.
c) D. José Francisco Ramírez Vadillo, D. Cesáreo Serrano Luis y D. Alfredo Aguilera Alcántara, en representación de las Corporaciones Locales de la Comunidad Autónoma de Extremadura.
d) D. José Juan González Gómez, D. Enrique Hernández Díez, D. Antonio Zoido Martínez, D. Javier Rubio Merinero, D. Juan Bravo Gallego y D. Máximo Durán Abad, en representación del Consejo Escolar de Extremadura, del Consejo de la Juventud de Extremadura, del Consejo Social de la Universidad de Extremadura, de las Organización de Usuarios y Consumidores, del Consejo de Comunidades Extremeñas y de las Asociaciones de Prensa, respectivamente.
e) D. José Manuel Granado García, D.ª Candelaria Carrera Asturiano, D.ª María José Ordóñez Carvajal y D.ª Ana García Ortíz, en representación de la Administración de la Comunidad Autónoma de Extremadura.
Tras desafiar en la red social a sus amigos a buscar (cito textualmente) "un solo periodista en esa lista, alguien que realmente tenga conocimientos, formación o simplemente experiencia como para ASESORAR a un medio de comunicación público en esta región", y recordar que aquí podemos encontrar únicamente a "Máximo Durán, de la asociación de la prensa de Mérida (...) uno de ¿cuántos?", procedo a digerir la lista mediante una segunda lectura. En esta segunda lectura -que se la aconsejo- he tratado de destacar en mi mente aquellas instituciones representadas que pueden no cuadrarme en un ente público. Y, de repente, me encuentro haciéndome unas pocas preguntas con las que os dejo, que no quiero agobiaros demasiado, tan sólo haceros reflexionar. Pese a que entiendo que esto es lo más habitual cuando se conforman estos órganos llamados "consejos asesores" -entiendo que habrán excepciones, pero sería bueno empezar a encontrarlas por aquello de no perder la esperanza-no puedo dejar de plantearme que quizá estas preguntas no sean algo más que la reacción a ver un sólo periodista en esta organización recién conformada:
1) ¿Qué hacen en un ente informativo público representantes de las "organizaciones empresariales más representativas en el ámbito de la Comunidad Autónoma de Extremadura"?
a) D. Julio Antonio Ledesma Esteban y D. Fernando Sánchez Lavado, en representación de las organizaciones sindicales más representativas en el ámbito de la Comunidad Autónoma de Extremadura.
b) D. Pedro Castro Domínguez y D. Daniel Nieto López, en representación de las organizaciones empresariales más representativas en el ámbito de la Comunidad Autónoma de Extremadura.
c) D. José Francisco Ramírez Vadillo, D. Cesáreo Serrano Luis y D. Alfredo Aguilera Alcántara, en representación de las Corporaciones Locales de la Comunidad Autónoma de Extremadura.
d) D. José Juan González Gómez, D. Enrique Hernández Díez, D. Antonio Zoido Martínez, D. Javier Rubio Merinero, D. Juan Bravo Gallego y D. Máximo Durán Abad, en representación del Consejo Escolar de Extremadura, del Consejo de la Juventud de Extremadura, del Consejo Social de la Universidad de Extremadura, de las Organización de Usuarios y Consumidores, del Consejo de Comunidades Extremeñas y de las Asociaciones de Prensa, respectivamente.
e) D. José Manuel Granado García, D.ª Candelaria Carrera Asturiano, D.ª María José Ordóñez Carvajal y D.ª Ana García Ortíz, en representación de la Administración de la Comunidad Autónoma de Extremadura.
Tras desafiar en la red social a sus amigos a buscar (cito textualmente) "un solo periodista en esa lista, alguien que realmente tenga conocimientos, formación o simplemente experiencia como para ASESORAR a un medio de comunicación público en esta región", y recordar que aquí podemos encontrar únicamente a "Máximo Durán, de la asociación de la prensa de Mérida (...) uno de ¿cuántos?", procedo a digerir la lista mediante una segunda lectura. En esta segunda lectura -que se la aconsejo- he tratado de destacar en mi mente aquellas instituciones representadas que pueden no cuadrarme en un ente público. Y, de repente, me encuentro haciéndome unas pocas preguntas con las que os dejo, que no quiero agobiaros demasiado, tan sólo haceros reflexionar. Pese a que entiendo que esto es lo más habitual cuando se conforman estos órganos llamados "consejos asesores" -entiendo que habrán excepciones, pero sería bueno empezar a encontrarlas por aquello de no perder la esperanza-no puedo dejar de plantearme que quizá estas preguntas no sean algo más que la reacción a ver un sólo periodista en esta organización recién conformada:
1) ¿Qué hacen en un ente informativo público representantes de las "organizaciones empresariales más representativas en el ámbito de la Comunidad Autónoma de Extremadura"?
2) ¿Por qué se dice "en el ámbito de la Comunidad Autónoma de Extremadura" en el punto B y no "de la Comunidad Autónoma de Extremadura" como en otros puntos?
3) ¿Tienen un ámbito demasiado amplio que no interesa especificar estas organizaciones empresariales, al igual que lo tienen "las organizaciones sindicales más representativas" que se destacan en el punto A?
4) Pudiéndose entender que organizaciones sindicales a nivel nacional se vean representadas en un "consejo asesor", en tanto que atienden a los derechos laborales sujetos a una legislación cuya competencia es mayoritariamente estatal, ¿se puede entender que empresas de alcance y competencia nacional o posiblemente transnacional posean representación y por tanto capacidad de influencia en un medio de información público?
Y, por último y con esto os deseo un feliz Agosto al sol, ¿no resultan demasiado descarados y además poco disimulados los esfuerzos de quienes detentan las diferentes capas del poder económico por manipular la información en aras de influir en el comportamiento de la ciudadanía, no sólo como votantes o consumidores, sino como practicantes de un sistema que se antoja en una fase crítica?
JM Martín
domingo, 22 de julio de 2012
Vamos a ir con lo importante
El agua ha sonado demasiado tiempo. Su rumor sólo podía ser ignorado por un sordo. Y tú elegiste ser sordo. Preferiste dar preferencia a la vista, porque total, te crees las cosas que ves. Y tú veías una Valencia llena de cosas grandes que seguro se iban a llenar. Y veías el único canal de televisión en el que las noticias no eran malas. Y escuchabas hablar a tu alcaldesa y a tu presi. Siempre ganaban, y siempre prometían que la gente como tú sería partícipe de esa victoria. Y te hacían sentir así. El patito feo de la clase se miraba al espejo y se veía cisne. Aunque en tu interior tuvieras complejo por tus vecinos de arriba y por los del centro. Daba igual. Eso se quedaba en tus adentros. Tú estabas muy orgulloso y sacabas pecho. Una referencia mundial, unos eventos que atraerían a trillones de turistas, que se dejarían su dinero, que te darían su dinero, que te pedirían que te lo llevaras a espuertas.
Todo lo demás eran rumores, mentiras malintencionadas de aquellos que conspiraban desde dentro para ver tu tierra hundida y tu bandera pisoteada. Malditos socialistas, comunistas, anarquistas, catalanistas todos. Qué rabia te daban. Cómo los hubieras inflado a hostias cada vez que les oías protestar, con esas pintas, con esas camisetas. Todo porque no aguantaban ver tu ciudad bonita y famosa, o porque no aguantaban que la gloria hubiera venido de la mano de quienes habían venido. Qué desgraciados. Qué ira emanaba de ellos y hacia ellos. Qué cabrones. No querían tener agua sólo por joder a la gente como tú. Con la falta que hacía. Se quejaban de cosas que eran mentira sólo por arruinarnos la vida. Como en las últimas fallas: pedían que las quitaran. Escupían en la bandera en la intimidad, seguro. Qué desgraciados, qué falta de ética. Cuánta falta hacía legalizar los rifles y hacer limpia.
Y ahora llegan y, seguro que por su puta culpa, pasan el 9 d'Octubre y San José a otro día. ¡¡¡San José!!! ¡¡¡Con lo importante que es eso para Valencia!!! Seguro que ha sido por las presiones de esos malos valencianos. Por esos catalinos de mierda. Por esos españolistas. Por esa gente-basura sin medida ni decendia. Mira lo que han conseguido. Si hasta lograron que Paquito dimitiera con tal de no tener que aguantarlos, y mira después: era inocente porque lo dijo la justicia. Y ahí está el pobre hombre, con lo que ha hecho por Valencia, fuera de SU sillón de presidente.
Estos desgraciados van a arrasar con todo. Hay que hacer una limpieza. Lo de San José ha sido lo último. Y mira, no te voy a hablar esta vez de rescates ni de mierdas, vamos a ir con lo importante.
JM Martín
domingo, 10 de junio de 2012
¡Gol!
Celebran un gol haciendo aspavientos. Emiten alegría mediante el lenguaje corporal, ese mecanismo tan difícil de ocultar, tan sincero y, en ocasiones en las que hay cámaras fijándose en uno, tan traicionero. Casi parecen romper, cuando suben como cohetes sus brazos, esa burbuja en la que siempre se han sabido. Casi parecen estar haciendo un gesto sexual pendulante con las nalgas, bufanda regalada al cuello, mientras celebran el momentáneo placer de la gloria del gol, que todos sienten marcado por ellos. Casi parecen estar enseñando a felar a uno de esos grandes directores financieros que tan buenas condiciones crediticias dan a los rescatados, esquivando hábilmente la bien rasurada barba presidencial, como una ceremonia ciertamente ambigua que reside en la linde entre el tributo previo y el agradecimiento posterior por un favor bien hecho.
Puede que sólo sea la celebración de un momento muy puntual que da sentido a lo que puede ser un bonito deporte de equipo o un abominable negocio a años luz de la ética y la buena praxis. Pero, a juzgar por la en cierto modo distante mirada de ese apuesto joven que mira a un punto desconocido de la geografía del Arena Gdansk mientras el barbudo de abajo parece dar esas lecciones felatorias, lo que este peculiar conjunto de hombres influyentes celebra es algo más. Algo que probablemente se nos escape en detalle pero que, si hacemos caso de nuestro instinto y dadas las especiales circunstancias que nos envuelven, tiene que ver con la triunfal agenda que asoma en las Blackberry de los retratados. Una agenda alejada de aquellos a quienes supuestamente sirven, de los que tan sólo uno de los protagonistas de la foto (sí, el aparente maestro de felonías y felaciones) parece acordarse cada cuatro años.
Aunque apuesto mi barba, que juro está bien limpia de vello púbico de dirigentes financieros, a que éste último no tendrá nadie de quien acordarse en las siguientes elecciones. Si acaso alguna madre que mentar, que quien puede ser correcto también se puede permitir imprecaciones.
Sigan celebrando los goles, que uno no sabe nunca cómo acabará el partido.
JM Martín
miércoles, 23 de mayo de 2012
El día que caigan los cascos
El día que la razón entre en la cabeza de tantos en los que sólo parece haber gregarismo, obediencia y sadismo. El día que recuerden la esencia de su juramento por la defensa de un pueblo. El día que se den cuenta de que son la fuerza de los fuertes. El día que vean que en su mano está ponerla del lado de lo que es justo. El día que recuerden el fundamento del servicio público, aquello que les da de comer. El día que redescubran que aprobando aquellas pruebas no compraron un billete a la barra libre de agresividad, sino que a cambio de aquel sueldo de por vida adquirían un compromiso con los débiles. El día que se vean en la tesitura de golpear a un vecino por cuestionar un sistema. El día que un compañero de trabajo golpee a uno de sus seres queridos sin importar el motivo pero sí la presencia en un lugar incómodo.
El día en que, en definitiva, a algunos les salpique la vergüenza directamente en la visera de sus cascos, ese día la tortilla se dará la vuelta. Y entonces viviremos lo que nunca hasta ahora habíamos vivido. Y desearemos que, esta vez, todo salga bien.
JM Martín
Foto del encabezado tomada en la marcha del movimiento Occupy Frankfurt el 19 de Mayo de este mismo año y difundida por el movimiento Occupy Canada. En ella se aprecia cómo los antidisturbios se han despojado de sus cascos y encabezan la manifestación de los activistas alemanes, abriéndoles el paso.
sábado, 19 de mayo de 2012
15M: Intrahistoria de una portada
Escribo estas líneas a 20/5/2012, concretamente a las 2:40
de la madrugada. Ha pasado un año de lo que os voy a contar, y pese a que tengo
dentro sentimientos indescriptibles, no me voy a centrar en desglosaros cómo me
siento sino a desvelaros en palabra escrita lo que en mi cabeza son algunas de
las escenas más memorables que retengo en mi memoria. Allá voy.
Había empezado como portavoz/coordinador o como se quiera
llamar de la Comisión de Acción de la Acampada Valencia unos días antes casi
por error. Cuando se empezaron a conformar las comisiones, tratando de seguir
el mismo modus operandi de Sol (cosa curiosa lo de la imitación de las ideas en estas cosas tan virales), Juan, el moderador, pidió voluntarios. Sin enterarme bien de lo que estaba pasando,
levanté la mano para preguntar, pero Juan me tomó por voluntario y me comí el marrón
de coordinar a unas 80 personas. La primera noche me las vi negras, menos mal que
andaba una tal (ahora una gran) Mati por allí. Con el paso de las noches, Acción pasó a
ser una caterva de más de 300 personas (tirando por lo bajo) que querían liarla parda, y me inventé,
junto a Mati y el viejo Jordi, la idea de hacer subcomisiones con sus
portavoces. Y a la tercera noche, aquella de la que os hablo, habían ocho. Ocho
subcomisiones a las que di media hora para que me expusieran dos propuestas de
acción cada una. De las dieciséis resultantes, se cribarían ocho mediante
jurídica y el voto de los integrantes de acción. Y, con las ocho mejores ideas,
me tocaría ir junto a Jordi a aprobarlas a la asamblea de comisiones de las
tres de la mañana en la esquina de la plaza.
Era, en resumidas cuentas, un ordenanza con capacidad de
negociación. Ni una sola propuesta saldría de mi boca, de las bocas de Jordi y
yo, por lo que nos aguantamos las ganas de proponer dando una vuelta por la plaza,
hablando con Nacho de Jurídica y encontrándonos con amigos que estaban a 30
metros de ti pero que en tal ebullición parecían a kilómetros.
Cuando me plantearon cambiar físicamente de nombre (imposición de carteles mediante) de Plaça de
l’Ajuntament por Plaça del Quinze de Maig me pareció una nimiedad, bonita, pero
una nimiedad irrelevante. Había oído a demasiado exaltado pidiendo quemar
bancos y, pese a que me había tocado apagar esos conatos de incendio con poco
más que mi capacidad para transmitir sentido común a través del humor, me
apetecía algo gordo. Y todo lo que me traía ese grupo de chavales que podían
ser mis alumnos era poner unos carteles.
Como era una idea en un principio casi inocua, sin
consecuencias gordas en materia legal, Jurídica no encontró problemas. Como
queríamos tener entretenidos a los teóricos promolotov, se aceptó.
Sencillamente pasó como el aire. Y en la asamblea de comisiones, o comisión de
portavoces o como demonios lo llamáramos, tuvo el OK. Estábamos demasiado
preocupados discutiendo sobre si ocupar un banco el día que se había dado un chivatazo
de que iban a desalojar no condenaba la plaza a la fragilidad numérica. La plaza tenía que ser nuestra,
el resto era secundario. Y me sentía un estratega militar ultraconservador, obsesionado con la supervivencia hasta al menos la semana posterior a las inminentes elecciones municipales del 22 de Marzo. Pero cuatro tipos, uno de ellos de Jurídica,
insistieron. No le vieron el sentido para mí aplastante de lo que yo
trataba de decirles. Un jurista tranquilo y que destilaba cerebro, el bueno de
Alberto, me convenció con palabras sencillas. No rechisté. Era y soy un rígido mental en muchos aspectos, pero en la plaza me obligué a transigir ante las ideas y posturas razonables, a no ser un obstáculo. Pude equivocarme en ocasiones, pero siempre intenté no obstaculizar. Y así me vi abogado
a planificar con logística las acciones, y entre ellas la chorrada de cambiar
una plaza de nombre.
Me quedé hasta las seis de la mañana rellenando papeles.
Todo tenía que estar preparado. Esa acción, otras como la del banco, y la que me parecía
más genial y descabellada: subirse a las torres de Serrano y descolgar una
pancarta gigantesca con el lema #spanishrevolution para que las viera todo el mundo. Creía que esa iba a ser el bombazo, y como casi siempre me
equivoqué. Tuvo repercusión pero ya nadie se acuerda de aquello. Fue napalm, pero un napalm muy fugaz que ayudó a lo que acabó ayudando la dichosa sustitución de carteles de calle.
A las 12 del mediodía me despertó (afortunadamente, porque
casi llego tarde al trabajo) un mensaje del bueno de Marc de Social Media con
el siguiente texto: Enhorabuena, habéis
sido portada de Menéame y me dicen que vais para portada de El País de mañana. Todavía
conservo ese mensaje.
Durante un año he mirado mil veces aquella foto, y me he acordado escribiendo estas líneas y alguna que otra vez más de que mi primera reacción al analizar la foto fue descojonarme con el funcionario del ayuntamiento que aparece, como si fuera una foto de Cuarto Milenio, acojonado en una ventana.
Durante un año me he planteado un millón de veces si acaso
no hicimos todo lo que teníamos que hacer. Que todo está hecho y que ahora
vienen otras cosas. Me he planteado también que equivocarse es muy fácil, y que me equivoqué
aquella noche pensando que cambiarle el nombre a una plaza no sería más que una
estupidez. Esa plaza fue portada de un diario nacional un día antes de unas
elecciones. Por primera vez los medios masivos enfocaron de verdad hacia aquel
en apariencia absurdo compendio de factores que había derivado en una masa de
desconocidos que retaban al poder desde su base: replanteándolo. A partir de
ese preciso instante, lo que habíamos empezado sin tener ni idea de lo que
estábamos haciendo (me río de las versiones conspirativas sobre el origen del
15M, sean ciertas o no ya no eran relevantes el segundo día) se convertía en
una idea pura, en un concepto en esencia que se transmitió por el mundo gracias
a ese teléfono del futuro que dice Michio Kaku que es internet. A partir de ese
momento, movimientos clónicos del 15M como Democrazia Reale Ora u Occupy Wall
Street emergieron. Desde ese preciso instante, desde esa precisa portada con la
foto de algo que pasó por mis manos y a lo que no le di su justo valor, una
nueva manera de entender la sociedad se transmitió por esa nueva arteria del
mundo que es la red. Y de la red, como pasó en nuestro caso, pasó a la calle y
a los medios, y de ahí a la calle y nuevamente a la red, realimentando
ininterrumpidamente ese mecanismo que a partir de esto se ha generado.
Y todo por una confluencia de factores que hicieron que aquella idea en principio inofensiva fuera un detonante tan enorme: la pedazo de foto hecha por un chico muy joven al que no recuerdo y que me consta que no era fotógrafo, la calle llena, el barullo porque al final los que lo organizaron debieron llamar a todos sus colegas, el hecho de que los medios estuvieran buscando una portada para la primera jornada de reflexión de la historia que se relativizaba y se deconstruía hasta el mínimo... Todo aquello convirtió algo en primera instancia simbólico en una muy buena idea y en quizá el dinamizador, en cierto modo casual, de lo que es a estas alturas un organismo multicéfalo, global y tendente a perderse y reencontrarse en el caos, logrando una influencia a veces minimizada en la manera de hacer política, tejido social y difusión de información.
Ha pasado un año, es estúpido explicar cómo me siento. Sólo
tengo la certeza de que estamos asistiendo a un momento clave en la manera de
entender el mundo. Como dice uno de mis resobados carteles quincemayistas, “El
futuro es ahora”. Acabe como acabe, siéntanse al menos curiosos por estar
viviendo un pedazo de historia futura. Yo, como comprenderéis, ya me siento
como si me hubieran dejado entrar al backstage durante diez minutos.
JM Martín
sábado, 21 de abril de 2012
Carta a María Dolores de Cospedal
Congresista María Dolores de Cospedal:
Mi nombre es José Manuel Martin Corvillo. Tengo 29 años, soy
docente (no a cargo del erario público), trabajo seis días a la semana y además
investigo en la Universidad de Valencia, sin beca y en consecuencia gratis. Soy
titulado en Filología Inglesa, poseo un Máster en Investigación de Lenguas y
Literaturas y un papel dice que soy doctorando en Teoría de la Comunicación.
Empecé a estudiar la licenciatura de Administración y
Dirección de Empresas, pero tras dos años comprendí que mi vocación iba por
otro lado. No obstante, en esos dos años me dio tiempo a entender algunas cosas
y, sin considerarme economista, si que me considero en posición de argumentar
acerca de impactos económicos como los que ud sugiere al afirmar que el fracaso
universitario de un 30% cuesta a los españoles la muy sonora cantidad de 3000
millones de euros.
Como teórico e investigador –a mi cargo, insisto- de la rama
de la comunicación puedo analizar exhaustivamente su afirmación. Como persona
con formación en el terreno de la economía, puedo además permitirme afirmar
categóricamente que su análisis de cuantía económica es sesgado. Así que
permítame un somero análisis que ruego al menos lea con el mismo aplomo que le
he dedicado yo a sus declaraciones.
- - En primer lugar, si ud toma como población para analizar costes a un 30% del total de los estudiantes universitarios, está ud dando por sentado que el 70% no sólo debe compensar las pérdidas generadas por la minoría sino que además, siendo más del doble, debe generar una plusvalía. En lo meramente comunicativo, está ud omitiendo datos. En lo económico, está ud siendo peligrosamente superficial. Y digo peligrosamente a tenor de las responsabilidades de las cuales es ud acreedora y deudora al mismo tiempo.
- - En segundo lugar, si ud afirma que un 30% genera pérdidas, su responsabilidad analítica le obliga a acudir a las causas. Implícitamente, ud alude a la incompetencia del alumnado. Como docente le puedo decir que es algo normal, al igual que lo es encontrarse a ferreteros incompetentes, entrenadores de fútbol incompetentes o políticos incompetentes, si bien el impacto de uno de estos tres grupos nunca se soluciona con la misma flexibilidad liberal que se puede aplicar en los terrenos del sector servicios o del deporte de élite, donde los despidos son fulminantes. Pero ud omite otras causas, la principal de las cuales es sistémica. Si la muy especializada universidad contemporánea no dinamiza el aprendizaje y lo convierte a ratos en un tostón, el desinterés generado hace mella. Si además eleva las tasas universitarias al tiempo que obliga a su asistencia de manera inexcusable, hace que gente como yo (con un interés fuera de duda por la formación pero de escasos recursos económicos) no pueda trabajar y estudiar al mismo tiempo. Yo lo hice, y el sistema –por entonces más flexible- me permitió compensar mis ausencias con la asistencia a tutorías y demás muestras de implicación.
- - En tercer lugar, ud omite de sus declaraciones el impacto económico del restante 70% del alumnado. En teoría deberían generar una plusvalía como ya he comentado previamente. Pero si se nos condena a la precariedad y al éxodo, la plusvalía que siempre genera un personal formado se va con ellos, aportando a otros países el beneficio de una inversión pública made in Spain. Y eso no es en ningún caso culpa del alumnado exitoso, que bastante tiene con sobrevivir, algo que en este curioso y nada cuidado país es una aventura si uno no se dedica a actividades como la suya.
- - En cuarto lugar, está ud presentando una aseveración fácilmente discutible (vea las menos de 600 palabras que he empleado en el conjunto de los anteriores puntos) como justificación para la implantación de una agenda económica parida hace 70 años por gente como Stigler o Friedman, acreedores de Premios Nobel discutidos antes de su nacimiento por el mismo Alfred Nobel. Es decir, su declaración es sencillamente vaselina retórica para promocionar una teoría relativamente anticuada, relativamente inadecuada y manifiestamente interesada. A esto se le llama habitualmente propaganda.
- - Por último, está ud evidenciando una falta de miras en cuanto al impacto económico con tal de justificar un castigo al sistema universitario público que defiende la Escuela de Chicago, de donde salen los premios Nobel previamente mencionados. Dicha escuela habló siempre de la educación y la investigación en términos de productividad, pero omitió expresiones como impacto microeconómico, impacto macroeconómico e intangibilidad. De ahí que ni ud ni su gabinete –poco exigido en la confección de discursos, algo normal cuando se actúa en función de una audiencia poco exigente- hayan considerado tres factores:
o
La incidencia positiva de la inversión en I+D+i
en la microeconomía, ya que las aplicaciones de los resultados de
investigaciones y una tendencia a la patente estatal darían puestos de
trabajo y, por tanto, dinamizarían el flujo de consumo. Quizá este concepto resulta demasiado keynesiano para su tendencia liberal, pero no me culpe por ello: a mí no me mantiene indirectamente ningún lobby economista.
o La atracción de capital inversor como
consecuencia de la eficiencia investigadora en el país, algo que dinamizaría el
flujo de capitales de la zona euro, sin duda el factor cuyo letargo nos condena
a una crisis que parece una travesía en el desierto.
o
El impacto intangible indudablemente
positivo que tiene toda inversión en I+D+i: por fin España pasaría de tener un
evidente desapego hacia la cultura y se convertiría poco a poco en una
referencia intelectual del siglo XXI.
Desnudemos la situación y reduzcámosla a lo conceptual:
alguien con una formación contrastable en la universidad pública y que
investiga sin cobrar un solo céntimo de euro trata de mejorar la perspectiva de
una representante de la ciudadanía que estudió Derecho en una universidad
privada (CEU para ser más exactos) y que vive del erario público desde 1991, cuando ingresó mediante
oposición en el cuerpo de abogados del estado. Es decir, alguien que está
devolviendo una inversión al estado –el que me puso los profesores y los
conocimientos a cambio de religiosos pagos de matrícula recibe una contribución
en forma de investigación sin depositar un euro a cambio- y que tiene una
formación multidisciplinar y a la vez una especialización no será tenido en
cuenta por alguien que jamás pagó una matrícula a la universidad pública y que
lleva 22 años cobrando del estado.
Sintomático, sin duda. Por ello seguiré haciendo lo que
ustedes, los gobernantes opacos e impenetrables, critican que un docente haga,
que es no centrarse únicamente en la impartición del temario y desarrollar un
afán de aprendizaje y una mentalidad crítica (y apartidista) para que mi alumnado se
convierta en un pacífico pero decidido ejército de ciudadanos incómodos y con ganas de aportar lo que ustedes
tampoco aprecian y en absoluto ejercen: el sacrificio incondicional para la
mejora de la sociedad.
JM Martín
Suscribirse a:
Entradas (Atom)